Homilía del miércoles IV del tiempo de cuaresma. (Is 49, 8-15; Salmo 144; Jn 5, 17-30)

Homilía del miércoles IV del tiempo de cuaresma. (Is 49, 8-15; Salmo 144; Jn 5, 17-30)

Pbro. Didier Munsiensi Mawete

¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré. Esta pregunta que el Señor hace por boca del profeta Isaías llega a propósito en el caso de cada uno de nosotros.

Tú que ya no ves salida, tú que ya no sientes ni siquiera gusto de seguirle el camino, la soledad te ha invadido y tus labios no permiten ninguna manifestación de gozo; el Señor Dios te dice: “Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua”.

Evangelio

El Evangelio de hoy nos enseña la verdadera identidad del Hijo y del Padre. El Padre es Dios y el Hijo también. Esto, nos afirma que las dos Personas tienen la misma naturaleza divina y viven en una comunión intrínseca, de modo que son distintas, pero tienen la misma esencia. Afirmamos que el Hijo supone al Padre, porque el que honra al Hijo automáticamente honra al padre. En otro episodio el Señor Jesús decía: “el que me ha visto, ha visto al padre”

Entre Ellos no existe ninguna confusión y esta es la justificación de su unión íntima. Por eso, el Señor reafirma: “En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro”.

Asombroso para los humanos

Sí, de verdad, es un asombro para los humanos, porque es difícil para ellos entender la relación perfecta del Padre y del Hijo que se manifiesta en su VOLUNTAD. Como cada humano es individualmente particular, es complejo que comparta la misma voluntad con el otro. Sin embargo, el Hijo, sin duda alguna hace la voluntad del Padre. Esta voluntad es dar en abundancia la vida a los que creen en el Padre y honran al Hijo. ¡Así sea!

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