Homilía del lunes III del tiempo de Cuaresma (2 Reyes 5, 1-15; Salmo 41; Lc 4,24-30)

Pbro. Didier Munsiensi Mawete.

Los humanos, quieren ver los milagros de Dios sin contribuir en nada, mientras que se requiere de la participación del hombre para que El Señor del universo actúe. La fe es la obediencia al mandato de Dios. El creyente necesita escuchar, interiorizar y dar respuesta a la palabra de Dios. Una cosa importante es tener necesidad, la otra es saber donde está la solución de mis problemas. El Guerrero Naamán, escuchó a la jovencita Israelita, se fue a Israel para buscar la curación. Llegando con el Rey, este lleno de negatividad, empezó a rasgar su ropa, temiendo que fuera una provocación del rey de Siria. La intervención del profeta Elíseo, enmarca la falta de fe en el seno de gobernantes de los pueblos, muchos ya no creen en los profetas y tal vez se ponen en contra o no descubren que la mano de Dios es poderosa, por medio de los profetas, para la salvación del pueblo. El hombre de Dios afirma: “¿por qué rasgarse tus vestiduras? Envíamelo y sabrá que hay un profeta en Israel”. En este mundo necesitamos profetas valientes a la estatura de Elíseo que manifiestan la confianza en lo que son, en la misión de la salvación de los pueblos y que hacen lucir el nombre de Dios. Por otra parte, el Guerrero Naamán se molesta porque el profeta le mandó bañarse siete veces en el río Jordán. Y la intervención de criados fue una enseñanza muy fuerte: “padre mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil, ciertamente la habrá hecho; cuánto más, si sólo te dijo que te bajarás y quedarías sano”. Dos cosas, la primera es escuchar los consejos de los demás, no es por mi rango o mi grandeza que las cosas se logran, el jefe necesita escuchar a sus criados. Por no escuchar perdemos muchas buenas oportunidades. Segunda cosa es la obediencia. Ésta se refiere al “acto de acatar la voluntad de la autoridad o de quien manda”. Tal vez lo que nos pidan es muy simple, pero el orgullo nos cierra el corazón y no acatamos órdenes. Naamán se curó por haber escuchado y acatado la orden del profeta. Que el orgullo del hombre no sea obstáculo para nuestra salvación. En el evangelio, el Señor Jesús encuentra contradicción y falta de fe en su pueblo. Su declaración: “yo les aseguro, que nadie es profeta en su tierra” manifiesta el endurecimiento del corazón y la falta de consideración de los servidores de Dios en el mundo actual. Mundo lleno de sin sentido, donde nadie escucha a nadie, todos quieren ser jefe, cada quien busca el poder que no tiene y hasta nos sentimos dueños de la vida de los demás. A Jesús lo quisieron linchar por decir la verdad, a nosotros nos toca orar mucho en favor de los pastores que se dedican día y noche a proclamar la palabra de Dios. Que encuentren terrenos fértiles y que sean acogidos y escuchados. Recordemos las intensiones del santo papa por este mes y oremos por las autoridades de la naciones en guerra, especialmente Rusia y Ucrania. ¡Así sea!

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