V DOMINGO DEL TIEMPO DE LA CUARESMA
«AL FINAL QUEDARON DOS: LA MISERABLE Y LA MISERICORDIA»
Esta iniciativa tiene la intención de acercar más a las familias a los tesoros que abundan en la Palabra de Dios. Pongo en tus manos estos sencillos pasos que, si se llevan a cabo como se aconseja, estoy seguro que ayudarán a papás, hijos, abuelos y a todos los miembros de cada familia a conocer, comprender y poner en práctica lo que Dios una y otra vez nos dice en su palabra, que es pan que alimenta y vida para el mundo. El Espíritu Santo ilumine a cada familia en esta aventura, y la Virgen María y San José nos muestren a la Palabra hecha carne, a quien ellos mismos contemplaron.
Pbro. Martín González Soria
Catedral de San Buenaventura, Edo. de México.
PASO 1. ORAMOS EN FAMILIA PARA PREPARARNOS A ESCUCHAR
Estando reunida la familia hacen la siguiente oración:
Papá o mamá: Señor, Padre nuestro, queremos que tú seas el centro de nuestra familia. Te ofrecemos nuestro hogar y nuestro corazón. Especialmente te damos gracias por el don de la creación y de nuestra redención. Ponemos en tus manos a tantas familias que están pasando por momentos difíciles para que experimenten tu consuelo y tu paz. Amén
Todos los demás miembros de la familia: Señor, tu Palabra sea lámpara que ilumine nuestros pensamientos, palabras y acciones, a fin de que transforme y moldee el barro del que estamos hechos y así, cada vez más, tomemos la forma que tú quieres, que tú has soñado para esta familia. Virgen María, prepara nuestro corazón para acoger la Palabra como tú la acogiste y te alimentaste de ella. Amén.
Finalmente rezan juntos un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.
PASO 2. ESCUCHAMOS EN FAMILIA LA BUENA NOTICIA
En este ambiente de oración leemos y escuchamos el pasaje bíblico: (un miembro de la familia lee 2 veces el pasaje del evangelio según San Juan Capítulo 8, versículos 1-11)
+ Del Santo Evangelio según San Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró a monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres, ¿Tú que dices?».
Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra». Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?». Ella contestó: «Nadie, Señor». Y Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar».
Palabra del Señor.
PASO 3. PROFUNDIZAMOS LA PALABRA DE DIOS EN FAMILIA
(Un integrante de la familia lee lo siguiente)
Palabras, frases y verbos clave que aparecen en el texto bíblico: Jesús, escribas y fariseos, mujer, adulterio, Maestro, ley de Moisés, piedra, trampa, escribir en el suelo, condenar.
Hay una frase que resuena una y otra vez en este tiempo de gracia que es la cuaresma, como si de un eje transversal se tratara, dicha frase procede de la misma boca de Dios: «Por mi vida, dice el Señor, que yo no me complazco en la muerte del pecador, sino en que se convierta de su conducta y viva» (Ez 33,11).
Esto es precisamente lo que sucede en la página del Evangelio de este domingo, vayamos por partes. El texto bíblico comienza afirmando que Jesús se retira al Monte de los Olivos, esta referencia geográfica nos introduce inmediatamente en el contexto de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, ya que a este lugar era al que Jesús acudía para orar con su Padre, y también fue aquí donde el traidor lo entregó a sus verdugos.
Posteriormente hay un cambio de lugar, del Monte de los Olivos Jesús pasa al Templo, donde mucha gente se le acercaba, y él sentado, es decir, adoptando la posición de Maestro, les enseñaba. Es en este momento en el que algunos escribas y fariseos le presentan a una mujer sorprendida en el acto de adulterio, las intenciones malévolas de estos hombres se escondían en la persona de aquella pobre mujer porque, además de querer apedrearla, en realidad a quien querían apedrear junto con ella era a Jesús, por eso advierte San Juan que le pusieron una trampa y así acusarlo. El mismo San Juan refiere que ya en otras ocasiones y en contextos distintos quisieron apedrear a Jesús, pero no pudieron hacerlo (Cf Jn 8, 59; 10, 31).
La pregunta incisiva e insistente de estos hombres quiere ser taxativa: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?». La respuesta inmediata de Jesús los desconcierta porque es una respuesta no de palabra sino de silencio, este silencio es acompañado por un gesto de Jesús, se pone a escribir con el dedo en el suelo duro, ¿qué quiere decir este gesto? Muchos han dado su opinión al respecto, algunos dicen que estaba haciendo tiempo para que los acusadores recapacitaran, otros dicen que estaba escribiendo en el suelo los pecados de aquellos hombres, otros aseguran que no estaba escribiendo nada en especial sino algunos «garabatos», quedémonos con la explicación de San Agustín: «Qué otra cosa, pues, quiere darnos a entender cuando escribe con el dedo en la tierra? La ley fue escrita con el dedo de Dios, pero en piedra, por la dureza de los corazones».
Seguramente aquellos denunciantes esperaban esta respuesta de Jesús: apedréenla o no la apedreen, y ante cualquiera de estas opciones, Jesús sería acusado y caería en la trampa; ya que, si sentenciaba a la mujer a la lapidación, le achacarían de no ser misericordioso y bueno como predicaba, yendo así en contra de sus propias enseñanzas y, por otro lado, se pondría en contra de la autoridad y del derecho romano, el cual se reservaba la sentencia capital para estos casos. Por el contrario, si se ponía del lado de la mujer absolviéndola, violaría las prescripciones claras de la ley de Moisés. San Agustín afirma: «Esta sería la ocasión de acusarle y hacerle reo como prevaricador de la ley, diciéndole: Tú eres un enemigo de la ley; sentencias contra Moisés; mucho más: contra Aquél que dio la ley; tú eres reo de muerte y tú mismo debes ser apedreado junto con ella».
Ante esta trampa, ¿cómo actuar o qué hacer? Jesús apela y se dirige al mejor tribunal de las personas, al tribunal de la propia consciencia: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra». Pensándolo bien, de todos los que entraban en esta escena, el único que no tenía pecado era el mismo Jesús, ante esta sentencia sólo él podía haberla apedreado, pero al no hacerlo, mucho menos los acusadores, porque de lo contrario, también se someterían al peso de la ley. Por eso, comienzan a alejarse uno a uno, porque Jesús tocó sus conciencias y se descubrieron a sí mismos pecadores. San Pablo dirá: «Por eso, no tienes excusa quien quiera que seas, tú que juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que haces esas mismas cosas que tú juzgas» (Rom 2, 1).
De esta manera, la sentencia de Jesús está marcada por el sello de su misericordia; en efecto, «Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,17), y si «la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (Jn 1,17). El círculo de muerte que rodeaba a la mujer pecadora pasa a ser un círculo de vida, de misericordia y de perdón. Al inicio hacíamos mención del Monte de los Olivos como indicador de la proximidad de la Pasión de Jesús, quien va a reconciliar consigo a la humanidad prisionera se sus pecados; la mujer, al pasar de la muerte a la vida, se convierte en un anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
Ante este pasaje bíblico algunos biblistas se han hecho una pregunta, y ¿dónde estaba el hombre con el que cometió adulterio la mujer? ¿Por qué no aparece en escena? Consideremos que, de acuerdo con la tradición bíblico-profética del Antiguo Testamento que anuncia lo que se cumple en el Nuevo, el adulterio es la imagen por excelencia de la infidelidad del pueblo al Dios de la Alianza, es así que esta mujer representa al pueblo de Israel, a quien Jesús viene a liberar y a darle el perdón y la paz. El marido sí está, es Jesús el único esposo que viene a dar la vida por su esposa, el nuevo pueblo de Israel.
Al final, las palabras de Jesús a la mujer no son por su comportamiento o para echarle en cara su mala conducta, son palabras de una profunda delicadeza, invitándola a tomar un nuevo camino, a ser mejor, la libera de un pasado sancionado con una condena definitiva para ponerle un futuro marcado por una nueva fidelidad a la voluntad de Dios. Jesús no le dijo que siguiera igual, nunca está de acuerdo con el pecado, «Vete y ya no vuelvas a pecar», le dice. San Agustín declara que al final de la escena sólo quedaron dos: la miserable y la misericordia. «Por mi vida, dice el Señor, que yo no me complazco en la muerte del pecador, sino en que se convierta de su conducta y viva» (Ez 33,11).
PASO 4. MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS EN FAMILIA
(El papá o la mamá dirigen este paso)
- Al leer la Palabra de Dios, ¿Qué actitudes nos invita a tener como familia? ¿Qué actitudes nos invita a abandonar definitivamente?
- Poniéndonos del lado de la mujer compartamos, ¿Cómo se sentiría al principio? ¿Cómo se sintió al final cuando quedó sola con Jesús? ¿Cómo se sentiría al darse cuenta de que ya no había ningún acusador? ¿Qué provocarían en su vida las palabras de Jesús: «Yo tampoco te condeno? ¿Vete y ya no vuelvas a pecar»?
- ¿Forma parte de nuestra vida el juzgar a los demás? ¿Nos pasamos la vida viendo qué hacen o qué no hacen las personas? ¿Hemos tenido actitudes de jueces implacables de los errores de nuestro prójimo?
- ¿Qué actitudes nos invita a vivir Jesús? ¿Qué podemos aprender de él?
- ¿Qué piensan de quienes dicen: Dios es bueno y puedo hacer lo que me plazca y lo que quiero? ¿Dónde quedaría entonces la exhortación de Jesús: Vete y ya no vuelvas a pecar?
- Dice San Agustín: «Fuiste ayer malo, sé hoy bueno. ¿Has pasado el día de hoy en el pecado? No sigas así mañana.
- A qué nos invitan estás palabras de Yahvé: «Por mi vida, dice el Señor, que yo no me complazco en la muerte del pecador, sino en que se convierta de su conducta y viva» (Ez 33,11).
PASO 5. ORAMOS CON LA PALABRA DE DIOS EN FAMILIA
(El papá o la mamá dirigen este paso)
- Espontáneamente démosle gracias a nuestro Padre Dios por su Palabra
- Pidámosle perdón por las veces en que hemos juzgado a los demás.
- Démosle gracias a nuestro Padre Dios porque ha enviado a su Hijo Jesucristo, no para condenarnos sino para salvarnos.
- Por último, pidamos su gracia para ser una familia misericordiosa, que se parezca cada vez más a Jesús.
PASO 6. ACTUAMOS LA PALABRA DE DIOS EN NUESTRA VIDA
(El papá o la mamá dirigen este paso)
- ¿Qué acciones concretas podemos hacer como familia para que esta Palabra que ha salido de los labios de Jesús y ha regado nuestro corazón vuelva a él convertida en frutos abundantes?
Después de compartir el punto anterior, todos terminan con esta oración: Gracias Padre bueno porque hemos escuchado, meditado y orado tu Palabra, tu palabra que es vida. Concédenos tu gracia para poder vivirla cada día, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.