CUARESMA UNA OPORTUNIDAD

PARA REVIVIR LA SANTIDAD CRISTIANA

(AYUNO, ORACIÓN, LIMOSNA)

Catequesis de Cuaresma 2022 Pbro. Ulises Vargas

“Permitir a Dios que viva su vida en nosotros”[1] es lo que significa ser santo. En otras palabras, cuando me dejo tocar por el amor de Dios me santifico. El tiempo de la cuaresma es precisamente una oportunidad anual de dejarnos tocar por ese amor. Los santos son los amantes que se les nota, como se nota al chavo enamorado de la novia; así también la santidad no es otra cosa que la irradiación de ese amor divino que se ha experimentado de un modo propio y a veces original; y vaya que “cada uno la hace por su camino”[2] porque como dice el cura de Ars “no todos los santos tienen el mismo tipo de santidad”[3]. Piénsese por ejemplo en la esclava Bakhita que comprendió que su experiencia humillante se transformó para ella en fuente de sabiduría, o en el cristero Sánchez del Río que en la guerra redescubre una nueva forma de comprender y vivir el lema “Viva Cristo Rey”. La santidad por eso es retomar la aventura de llegar a ser lo que Dios pensó para mí cuando me creó, y más admirablemente me redimió y ser fiel a esa llamada de amor, pero ¿cómo saber lo que pensó e hizo Dios para mí? La clave de interpretación se encuentra precisamente en Cristo, muerto y resucitado, culmen del caminar cuaresmal. El papa Francisco nos ha ofrecido en Gaudete et Exsultate algunas notas o expresiones espirituales que no deben faltar para comprender esa vida a la que Dios nos llama y creo nos ayudan a comprender el sentido de las llamadas obras penitenciales en clave del amor. Cuando el papa nos dice “aguanta”[4], nos ayuda a entender la práctica del ayuno. Aguantar es soportar, no dejarte vencer. Cuando pensamos en nuestras inclinaciones placenteras y agresivas que puedan dañar como la violencia verbal en las redes sociales, o como cuando se “naturaliza la difamación y la calumnia”[5] reconocemos que nos falta aquella firmeza interior que no nos deja arrastrar a la violencia que invade la vida social; necesitamos de humillaciones, pues “si tu no eres capaz de soportar y ofrecer algunas humillaciones no estás en el camino de la santidad”[6], esas humillaciones cotidianas como  el callar para no hablar bien de mí mismo, elegir las tareas menos brillantes, el ayuno me humilla a rebajarme, a no recibir todo, merecedor de todo, a limitarme, a tomar control de mí. La limosna está para desprender, para caminar con otro en comunidad. La santidad es un camino comunitario y la vida de comunidad está hecha de pequeños detalles cotidianos como lo enseñó Jesús, por ejemplo el pequeño detalle de la viuda que ofreció dos monedas, el pequeño detalle de un fueguito preparado mientras esperaba a los discípulos en la madrugada; los pequeños detalles son la limosna tan necesaria para cuidar unos a otros, es la muestra más tierna del amor. La oración es apegar el corazón a Dios es tratar de amistad a solas con quien sabemos nos ama, es discernir los caminos de santidad y no solo decorar la vida cristiana con actos repetitivos.  Orar es mirar la propia historia de quien reconoce que solo no puede. Por demos en esta cuaresma a las práctica penitenciales el lugar que ocupan como oportunidad para permitir a Dios que viva su amor en nosotros.


[1]Youcat 342

[2] Gaudete et Exsultate 11

[3] Cf. Youcat 215

[4] Gaudete et exsultate 112

[5]Cf. Ibid. 115

[6] Ibid. 118

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