Pbro. Didier Munsiensi Mawete
Un sapo se puso a la orilla del río disfrutando de la frescura del agua que iba pasando. De repente vio a lo lejos que se acercaba un buey a la orilla para beber del agua del río. Sin haber sido sonado el sapo, empezó a reflexionar interiormente: “te presumes por ser gordo, decía el señor sapo al buey, espérame te mostraré mi grandeza”. Y el sapito empezó a hincharse frente al buey para demostrar que él puede alcanzar o más bien rebasar el tamaño del buey. Se hinchó, se hinchó y siguió hinchando y terminó explotando sin alcanzar el tamaño del Señor buey. San Agustín decía: “el orgullo no es la grandeza, es hinchazón “. En las dos lecturas del día de hoy el Señor nos ha advertido: “que el mayor entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. De su parte el profeta Isaías nos dice lo mismo con estas palabras: “si son ustedes dóciles y obedecen, comerán los frutos de la tierra. Pero si se obstinan en la rebeldía la espada los devorará. Humildemente vivimos nuestra vida, sin buscar halagos, tampoco presumirnos a nosotros mismo. Porque más que nos hinchamos, llegaremos a explotar como el sapito. Mejor hagamos en silencio lo que nos toca hacer, hagamos que sea lo más mejor posible y dejamos que Dios se glorifique en nosotros por cada tarea que cumplimos en nuestra vida. Más adelante el Señor Jesús nos decía: “después de haber hecho todo, digan: somos servidores inútiles, hicimos lo que nos tocaba”. (Lc. 17, 10). El cristiano no olvidará que el orgullo es el inicio de la caída y actuar con humildad trae bendiciones y éxito. Señor concédenos la humildad de corazón. Para que mis acciones contribuyen al desarrollo de mi vida y la de mis hermanos.