Homilía del primer viernes del tiempo de Cuaresma (Ez 18, 21-28; Salmo 129; Mt 5, 20-26)

Pbro. Didier Munsiensi Mawete.

Han oído…Pero yo les digo. Esta fórmula de Jesús confirma sus propias palabras: “no he venido a abolir la ley, pero vine a darle cabal cumplimiento”. (Mt 5, 17) Se considera también como el radicalismo evangélico. La religiosidad light en la actualidad conduce a una mundialización religiosa. En vez y lugar que la iglesia sea signo de salvación, se está volviendo frágil con permisividad de injusticias, que son unas actitudes atenuantes de valores evangélicos. De otra parte, la ley de Cristo es un precepto para la vida personal. Cada quien debe interiorizarla y llevarla a cabo como tal. Por eso la insistencia: “si el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere; muere por la maldad que cometió. Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y práctica la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá”. Muchos tenemos la facilidad de decir que todos somos pecadores y nos justificamos con ello. Lo importante no es que pecamos, pero tener el propósito de luchar cada día en contra del mal, agrada el corazón de Dios y nos obtiene su perdón. El camino de Cuaresma es decidir no vivir como antes. Necesitamos evaluar nuestra vida, ver como me portaba, como vivo y como viviré. Si no hacemos este proceso caducamos y nos quedamos a lo viejo y lo viejo queda sin esperanza y muere.

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