Homilía de Primer lunes del tiempo de Cuaresma (Lev 19, 1-2. 11-18; Salmo 18, Mt 25, 31-46)

Pbro. Didier Munsiensi Mawete.

Sean santos porque yo, Yahvé, Dios de ustedes soy Santo. En la realidad de la vida actual, muchos hermanos se molestan cuando les llaman o los etiquetan de santo. Hasta los maridos, para burlarse de sus esposas, les dicen: “me casé con una mujer, no con una santita”. Y eso para justificar ciertos comportamientos a los que la mujer lo reprocha o más bien que el esposo constata unos valores que su pareja tiene y que él carece. De la misma forma, en los lugares de trabajo, cuando un compañero se distingue de los de más con los valores morales o evangélicos, los demás, para defraudarle, lo etiquetan “santo”. Anteriormente, la observancia de los valores era un acto de heroísmo reconocido socialmente y para ser famoso, muchos practicaban las buenas obras. Recordamos las acciones de los grandes santos como: Francisco, Domingo de Guzmán, Vicente de Paúl etc. Hoy en día, parece como sí, se está revirtiendo la situación. Los antivalores parecen actos de heroísmo, el más mañoso parece el mejor en la sociedad, a demás hablar del pecado a la gente parece un sujeto inadecuado. Hoy Dios nos llama a la santidad. Una interpelación actual, porque el hombre es verdaderamente hombre, cuando es útil para otros hombres. Lo podemos decir de esta forma, ser santo aún no es un acto de heroísmo, solo es una manera de vivir simplemente. Es decir, hacer lo que Dios hace. ¿Qué es lo que Dios hace? Proporcionar la vida a cada hombre y cuidar la misma vida. Es lo que nos pide a nosotros, que nuestras actuaciones sean orientadas a dar, promover, fortalecer y cuidar la vida, tanto personal como la de otros. En eso se entiende la Santidad. Para lograrlo basta que cumplas con los mandamientos. El Señor Jesús nos enseña que los que viven conforme a estas leyes de Dios, serán elegidos a tomar posesión del reino que ha sido preparado para ellos desde el principio. Al contrario, serán precipitados al fuego preparado por el diablo. En verdad el santo es el más “humano” que vive y hace vivir a los demás y que al mismo tiempo se va identificándose con Cristo.  Porque cada bien que hacemos a un hermano a Él lo hacemos. Como lo reporta san Mateo: “ en verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los pequeños de estos mis hermanos, lo hicieron a mi”. (Mt 19, 40). Ayúdanos Señor a poder llegar a la santidad con nuestras acciones de buena voluntad de cada día y que nunca nos apartemos de tu palabra porque ella es espíritu y vida. ¡Feliz tiempo de Cuaresma!

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