Homilía del Jueves después de miércoles de ceniza.

Ama a Yahvé, escucha su voz, uniéndote a Él, para que vivas y se prolonguen tus días, mientras habites en la tierra que Yahvé juró dar a tus padres, Abraham, Isaac, Jacob. Amar a Dios es una elección: “escoge, pues la vida para que vivas tú y tu descendencia”. La vida siendo el don de Dios para el hombre, es un gran bien que el Creador ofrece a su creatura. Este, mantiene perfectamente el don de la vida, amando a Dios, es decir, vivir observando sus preceptos y siguiendo sus caminos. Es esta, la vida que Dios quiere para el hombre, así mismo le otorga larga vida y la multiplica. En el Santo evangelio el Señor Jesús nos enseña algo muy importante: “el que quiere salvar su vida la perderá, pero el que pierde su vida por mi causa la salvará”. Si queremos entender este refrán, necesitamos verlo en la formulación de san Lucas: El que intente guardar su vida la perderá, pero el que la entrega, la hará nacer a nueva vida. (Lc 17, 33) Así pues, se confirma que vivir es darse, un don que es absolutamente amor. La vida se multiplica entregándose. Dar su vida a Dios es un acto de amor que le agrada. ¿Cómo podemos agradarle a Dios en este tiempo privilegiado de cuaresma? La meditación de la palabra de Dios, la oración continua, acompañada de ayunos y limosna son elementos de la vida espiritual que ayudan a manifestar nuestro amor a Dios; en par de estos ejercicios está también la atención a los más necesitados y a los hermanos directos. Atender a los hermanos es también la manera propicia de amor a Dios, es cargarse de su cruz y seguir a Cristo. Que esta cuaresma nos ayude a volver a Dios de todo corazón. ¡Así sea!

Pbro: Didier Munsiensi Mawete.

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