Homilía Miércoles de Ceniza

“Vuelvan a Yahvé con todo corazón, con ayuno, con llantos y con lamentos”. Así nos llama el Señor a rasgar el corazón no los vestidos. La verdadera vida religiosa se ve en la calidad de acciones que brotan del corazón del creyente. El camino cuaresmal es la mirada hacia una religión interior donde emana una vida espiritual de intimidad autentica con Dios. Él, siendo verdadero, invita a la plenitud y a la autenticidad de vida. La consciencia de volver a Dios no es sólo una decisión individual personalizada. Mas bien se extiende a toda la sociedad. El profeta Joel reporta la llamada de Dios diciendo: “congregan al pueblo, reúnan a los ancianos y que todos se purifiquen”.  Esta convocación a la penitencia es responsabilidad del sacerdote. Del “sacer” (sagrado), el sacerdote da lo sagrado al pueblo. Con razón el Señor le pidió llorar y hacer la oración. Porque por medio de su oración el Señor perdona a su pueblo y no lo entrega al desprecio y a la burla de las naciones. El sacerdote habla en el nombre de Yahvé, congrega a la comunidad anunciando que estamos en el tiempo favorable de salvación y exhorta al pueblo que cuide no poner las gracias de Dios en las bolsas rotas. Esta expresión de San Pablo apóstol, pregona la sacralidad de los ejercicios cuaresmales que consisten en ayuno, oración y limosna. El que reza, ayuna y da limosna en secreto, cuida la gracia divina en buenas bolsas que nunca quedara sin recompensa, sin embargo, el que actúe lo contrario ya tiene su recompensa. El Señor Jesús, retomando las mismas practicas penitenciales corporales, confirma su legalidad y eficacidad, sin embargo, precisa que estas prácticas exteriores no son todo. Necesitamos más, una conversión interior que exterior.

Pbro: Didier Munsiensi Mawete.

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