V CUARESMA viernes 26 marzo de 2021Jer 20, 10-13; Sal 17; Jn 10, 31-42

Siempre se ha dado, a lo largo de la historia, el choque, diríamos, entre la credulidad y la incredulidad, que lleva a la aceptación o rechazo, a la verdad y claridad o a la murmuración y la duda. No sólo ante ideas, hechos narrados, sino sobre personas. Jesús enfrenta la difícil tarea de dar credibilidad, como la enfrentan muchas personas veraces, leales, sinceras. En torno está la envidia, los celos, el ansia de poder con el miedo a perderlo.

Así podríamos mirar la trama de los textos de hoy. No es cuestión de filosofar o de escenificar. Es dejarnos tocar en nuestra conciencia para ver en realidad cuál es nuestra actitud ante las personas. ¿Tenemos prejuicios y nos dejamos llevar por ellos? ¿Existen sentimientos de envidia, celos, que nos hacen rechazar a otros?¿Me considero hijo de Dios? No sólo en el ámbito de la creación, sino de la nueva creación que surge en el Bautismo.

Somos templo del Espíritu, tenemos esa relación íntima con el Padre como Jesucristo, Hijo de Dios, la tiene. Falta que la creamos y la desarrollemos. Surge la pregunta: si todo bautizado es hijo de Dios y todo ser humano está llamado a participar de esta vida, ¿Por qué sólo yo me veo hijo de Dios y no puedo ver a los demás en esa dimensión? Los judíos argumentan la defensa de la fe, acusan de blasfemo a Jesús. Por eso Jesús responde con el Sal 82, 6: “¿No está escrito en su ley: Yo les he dicho: Ustedes son dioses?” y esto referido a quienes observan a Ley y son enviados a hablar en nombre de Dios. En ese momento a quienes lo atacan. Hoy a nosotros. En este tiempo de conversión aceptemos a Jesús Hijo de Dios que comparte con nosotros esta dignidad.

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