Ap 21, 9-14; Sal 144; Jn 1, 45-51.
Natanael, bendición de Dios, y Bartolomé hijo de Tolomeo. El evangelista Juan usa el primero. Su reacción ante Jesús refleja el poco valor que a Nazaret dan los judíos en el contexto del Mesías. Este discípulo representa al resto fiel de Israel que medita la Palabra.Por eso la alabanza de Jesús: “Este es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Es un llamado personal a Bartolomé, distinto al de los que ha venido llamando; a él le dice: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”.Bartolomé tiene clara la esperanza en el Mesías. Lo encuentra en Jesús. Así, con esta apóstol encontramos en una realidad nuestra. Ya nacimos en ambiente católico y practicamos muchas cosas propias de esta fe en Jesucristo. Pero podemos encontrar “Mayores cosas”.La tierra prometida es el reinado del Padre en todo el universo. Y como el pueblo elegido lo fue, ahora la Iglesia es signo de ese reinado de Dios y, además, instrumento propio para que lo conozcan y lo acojan todas las naciones.De inmediato, después de la Ascensión del Señor, Bartolomé va a la India, donde después de colaborar con un Raja, viene otro que lo persigue y lo manda desollar vivo en Armenia; después el rey Astiages lo degüella.Estos datos de su vida, nos señalan como este apóstol vive una vida de amor a Dios a través de la oración y la meditación de las Escrituras, sigue a Jesús y lo atestigua a través de su predicación y su amor a los pobres.Tenemos en este discípulo misionero un testimonio para nuestra vida. Buscar al Señor más allá de lo que sabemos de Él, seguirlo meditando la Palabra y orando, y el cuidado de los pobres.