Homilía del Señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

I TIEMPO ORDINARIO lunes 13 enero 2020
1Sam 1, 1-8; Sal 115; Mc 1, 14-20.
Comenzamos una nueva etapa del ciclo litúrgico con el inicio de la predicación de Jesús en
Galilea, después de la muerte de Juan, el precursor, que ha cumplido exitosamente su tarea,
no obstante haber sido asesinado, decapitado, por el poderoso según el mundo.
Jesús, predicando, camina, va al encuentro de las personas. Ahora se acerca a Simón y
Andrés, hermanos. Los llama y ellos responden de inmediato. La muerte de Juan no detiene
la acción de Dios, la fuerza del Espíritu, la misión de la Palabra. Jesús está comenzando.
Estos elementos nos dicen que Dios es poderoso, que cumple su promesa. Que mira al
hombre que está necesitado de salvación y nada le detiene a acercarse a él para darle vida
en abundancia. Ni Juan, ni Jesús, ni sus discípulos, tendrán éxito según el mundo.
Sin embargo su actuar, fiel a la voluntad del Padre, en la docilidad al Espíritu Santo, será la
victoria que el mundo no entenderá, pero que será para el mismo mundo, un llamado a la
vida. Será un camino de realización plena de toda la creación.
El éxito se retroalimenta con la fama. Pero si el éxito es pasajero, la fama también.
¡Cuántos ídolos han caído en el olvido, a pesar del entusiasmo de sus seguidores! Eso
sucede porque no hay un fundamento sólido para sobresalir, una motivación que
permanezca.
Peninná se burla de Ana estéril. Ana sufre. Hay algo que abra la esperanza a la mujer, el
amor preferencial de su marido Elcaná. Aquí no basta el éxito que es fruto de la naturaleza
en su desarrollo normal.
Cada uno de nosotros tenemos nuestra vida cotidiana, con nuestras ocupaciones, como los
pescadores de Galilea. El Señor pasa cerca de nosotros, nos llama. Abramos a Él nuestra
vida. Vivamos nuestra vida cotidiana de manera nueva.

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