XVI ORDINARIO lunes 22 julio 2019 Fiesta de Santa María Magdalena Cant 3, 1-4; Sal 62; Jn: 20, 1-2. 11-18. Por los datos del evangelio, pocos, sabemos que la María Magdalena que está en el sepulcro, llorando, es la mujer pecadora a quien Jesús defiende y de quien recibe el gesto de cariño y adoración de ungirle los pies con perfume. En ella hay una transformación profunda, una verdadera conversión. Sí, del pecado, y también de una situación de víctima porque es juzgada, despreciada, aunque hay quienes se aprovechan de ella. ¿Qué hay en el corazón de cada uno de nosotros, cuando reconocemos que hemos sido débiles, pecadores? Sí, dolor y arrepentimiento. Y ¿cuántas veces nuestro pecado surge unido a un sentimiento de indignidad, de desprecio? Sólo el misterio del amor del Padre manifestado en Cristo nos puede tanto sanar de una idea negativa de nosotros mismos como de nuestro verdadero pecado. Y hoy María Magdalena quiere recordarnos esta realidad. Y también animarnos a cantarle al amor: “En mi lecho, por las noches, a mi amado yo buscaba. Lo busqué, pero fue en vano. Me levantaré”. Ella nos está dando el evangelio de la misericordia en su propio camino de fe y conversión. Toma conciencia de no estar con el Amado y se decide a buscarlo, a encontrarse con Él, a volver a Él. No se queda postrada en su pecado ni en su sentimiento de indignidad. Se levanta a buscarlo. Eso lo necesitamos todos. No quedarnos delante de nuestra debilidad y de nuestra caída. Sino tener la fuerza de levantarnos al encuentro con Cristo. El Papa Francisco a dado a este día el carácter de fiesta, y ha llamado a María Magdalena la Apóstol de los Apóstoles. Acojamos su mensaje y pidamos su intercesión por nosotros y por tantas víctimas. Aún tenemos camino por avanzar; en torno nuestro hay muchas víctimas, personas dañadas interiormente. Anunciémosles a Jesucristo vivo, misericordioso.
