Homilía del Señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XVII ORDINARIO lunes 29 julio 2019
Santa Marta
Éx 32, 15-24. 30-34; Sal 105; Jn 11, 19-27.
El camino de la fe no es sencillo. Tiene una meta precisa, el encuentro con
Cristo que nos hace avanzar hacia la vida nueva, la plenitud de los hijos de
Dios, de modo que aún a sus amigos los hace avanzar y madurar en su fe.
A veces pensamos que podemos resolver dificultades para la evangelización a
través de la amistad. Por ser amigos de un catequista, o sacerdote, u obispo, ya
creemos que podemos eliminar la necesidad de la evangelización.
Al reclamo de Marta por no llegar a tiempo para sanar a su hermano Lázaro, y
de alguna manera reprochan a Jesús lo mismo quienes acompañan a las
hermanas, Jesús le lleva a caminar dos pasos más.
Le pregunta a Marta si cree en la resurrección; después aclara ante su
respuesta: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para
siempre”.
El pueblo elegido conocía ya al Señor en el momento de su salida de la
esclavitud y tenía ahora la libertad de adorar a Dios, pero se desesperan de la
no respuesta inmediata y adoran un ídolo de oro.
Lo que realiza Moisés como escarmiento es significativo: hace beber a los que
dudan de Dios el ídolo que se habían construido. Esa es la verdad siempre, los
ídolos salen de nosotros y vuelven a nosotros para dañarnos.
Santa Marta recuerda que lo mejor es estar delante del Señor, escuchándolo; y
si hemos de dedicarnos a servir, hemos de llevar en el corazón a Cristo. Marta
aprende a llevarlo y a quitar los ídolos del activismo y el quedar bien.
Aprendamos la humildad de Marta, arriesguémonos en la fe a pasar de la
tradición al seguimiento total de Cristo.

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