Homilía del Señor Obsipo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XIV ORDINARIO miércoles 10 de julio de 2019.
Votiva de San José
Gén 41, 55-57; 42, 5-7. 17-24; Sal 32; Mt 10, 1-7.
Después de realizar los signos de la vida delante de sus discípulos, los envía
con su propio poder. La Palabra y acción de Jesús en la medida que lo
acogemos totalmente en la fe, hacen posible este poder de salvación.
Los discípulos no sólo aprenden a hacer las cosas, a decir las palabras; van
cada día asimilando la vida de Cristo. Por eso pueden comprender el reinado
del Padre que Él les envía a proclamar.
Da veracidad a este hecho la lista de los enviados, con nombre y algunos con
mote. Personas que van siendo conocidas en su tiempo. Y van a los alejados
del pueblo elegido en primer lugar, pues conocen la historia.
Dios siempre prepara el camino. Es providente no sólo para el alimento, la
casa, el sustento. Es providente para dar a conocer su designio de salvación
sobre todo. Ese es el sentido de lo que la Escritura contiene.
José, niño rechazado en su familia, vendido por su hermanos, esclavo, acusado
injustamente, llega a ocupar un cargo importante en Egipto. Vive su camino
de conversión y perdona a sus hermanos, los acoge. Se abre al querer de Dios.
Fiel a su promesa hecha a Abraham, elige a José para sea quien reciba al
Mesías prometido. La gratuidad de Dios permite que sin su participación, José
ejerza la paternidad del Hijo de Dios.
Dios confía en sus elegidos, y José cumple, como varón justo que medita la
Palabra del Señor, lo que el Padre le pide: recibe a María, cuida y educa al
Niño, no importando las adversidades que se presentan a su misión.
A ejemplo de José en Egipto, y de José de Nazaret, estamos llamados a
descubrir qué quiere Dios de nosotros. Que José, esposo de María interceda
por nosotros para que respondamos al Padre.

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