La Santa Cruz.
II PASCUA viernes 3 mayo 2019
Hech 2, 14, 22-24, 32-36; Sal 77; Jn 3, 13-17.
Todos hemos aprendido que Dios está en el cielo y que si somos buenos, iremos con Él al cielo. Ahora, como adultos por la edad y queriendo ser adultos en la fe podemos preguntarnos, y ¿qué es el cielo? ¿qué es ser bueno?
Ya no podemos pensar como niños, pues nuestras experiencias nos dicen que hay muchos modos de ver la vida, que hay muchas opiniones sobre lo bueno y lo malo, que ya no nos convence la idea de un cielo.
Al venerar en este día a la Santa Cruz, podemos escuchar a Jesús que nos responde a esas preguntas, y ecuchar el testimonio de Pedro. Se trata de la vida humana, no de un sueño o una idea.
Dios toma en realidad la condición huamna. Por eso lo vemos sufrir física, psicológica y espiritualmente en su pasión y muerte. El que tiene la plenitud de la vida y es creador de todo, puede rehacer esta misma creación desde sí mismo.
La expresión “Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo” habla de la Encarnación y de la Resurrección. La vida no se limita a lo biológico y psíquico, existe también lo espiritual, el espacio de relación donde encontramos la plenitud de Dios, el cielo, el amor total.
Por amor toma condición humana y por amor entrega su vida en la Cruz. Abre así para nosotros, criaturas, la posibilidad del cielo. El vehículo es la Cruz que toma Jesús al asumir la condicón de criatura, hacerse como nosotros.
Pedro da testimonio de que volvió al Padre y nos comparte la
plenitud de amor comunión con Él. Nosotros gozamos del cielo desde el momento
de nuestro bautismo. Nuestra cruz es ese ascenso en el amor como servicio al
mundo.