II PASCUA jueves 2 de mayo de 2019
San Atanasio.
Hech 5, 27-33; Sal 33; Jn 3, 31-36.
El nuevo nacimiento que iniciamos el día que recibimos el bautismo, aunque haya sido cuando éramos muy pequeños, no es comprensible sino a través del testimonio de los que vienen de lo alto, de Dios.
El primer testigo es Jesús de Nazaret, hijo de María, hijo de Dios. Con su vida nos abre el camino de la salvación. Y luego tenemos el testimonio maravilloso de los que han nacido de lo alto, sus discípulos iniciales y actuales.
Nuevamente los apóstoles son tomados presos. Son amonestados por el sumo sacerdote. Ellos permanecen en la nueva dimensión de la vida, y lo explican claramente: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres”.
Esa es la vida nueva. No que dejemos de sentir dolor, o que nos falte dinero aun para lo necesario; no buscar que no nos pase nada. Nunca nos pasará nada si no actuamos conforme a la fe; si vivimos la fe, seremos perseguidos.
A pesar de las amenazas, los discípulos misioneros siguen actuando en nombre de Jesucristo resucitado. El Pedro de entonces y el actual. ¡Cuántas barreras ha superado el Papa Francisco!
No sólo la barrera interior a la Iglesia de superar tradiciones que esto estorban, sino también hacia fuera de ella, al visitar los países en conflicto, los que viven bajo regímenes dictatoriales, los que rechazan a Cristo y la Iglesia.
La valentía con que ha reconocido que entre los miembros de la Iglesia, se ha dado el crimen de la pederastia. Esa valentía no es sólo por la Iglesia, sino por todas las personas indefensas en el mundo. Es un gesto profético.
Sacerdotes, laicos y consagrados en México y el mundo,
perseguidos. Estamos en la nueva dimensión de vida, la de Cristo Resucitado.
Así san Atanasio que luchó por la verdad respecto a Cristo.