II CUARESMA miércoles 20 marzo de 2019
Jer 18,18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28.
El seguimiento de Jesús no abarca solamente el conocerle y creer en Él. También se trata de creerle a Él, de hacer lo que dice, vive, enseña, actúa, sobre todo la actitud de obediencia a la voluntad del Padre.
Prevé las situaciones que vive, explicándolas a los discípulos. Aunque ellos no comprenden, si embargo mantiene la dirección. Si no seguía siempre a Jesús, la madre de los hijos del Zebedeo estaba cerca y hace una petición fuera de lugar.
Ante esa petición Jesús revela algo fundamental. Ni siquiera Jesús puede colocar a nadie en su reino. “eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.
Es la libertad del Hijo al realizar su misión, no se ata a la conveniencia o afecto. Así lo enseña: “El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre”.
La vida de Jesús consiste en el servicio a la voluntad del Padre. Y eso no es fácil como lo demuestra el profeta Jeremías, quien es perseguido a pesar de que ha orado intercediendo por todo el pueblo.
El paso del juicio injusto y la muerte que Jesús anuncia para sí mismo, son cosa necesaria para el punto de llegada, la resurrección. La comunidad, a través de la humildad y obediencia, comienza a construir la vida nueva.
El discípulo de Jesús debe ir contra corriente ante el mundo, y también dentro de la comunidad, en donde están quienes se limitan a que todo siga igual, manteniendo tradiciones, o buscan los mejores puestos, creando división.
Con Jesús seamos decididos a la
conversión personal, familiar y comunitaria para edificar el reino de Dios.