II CUARESMA lunes 18 marzo de 2019
Dan 9, 4-10; Sal 78; Lc 6, 36-38.
Una vez más cabe recordar una realidad. Las personas nos conocemos a nosotros mismos y a los demás, de manera paulatino, no captamos el todo a la primera. Y esto va para nosotros, que vamos descubriendo nuestra identidad de hijos de Dios.
Al inicio decimos que somos imagen y semejanza de Dios porque somos inteligentes, porque tenemos alma. Y ahí nos quedábamos. Luego hablamos de amor, de libertad, de capacidad para vivir en el mundo, dominarlo, relacionarnos con los demás.
Ahora el mismo Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, nos abre un nuevo horizonte en nuestro ser imagen y semejanza de Dios. “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso”. Ahí está el punto de llegada de la revelación de Dios sobre nosotros, como imagen suya.
Es extraordinario mirar, maravilloso, que podemos asemejarnos a Dios en la medida que crecemos como personas, contrayéndonos a nosotros mismos desde el amor, y creando una nueva relación interpersonal desde el amor de misericordia.
Jesús mismo nos da dos rutas a seguir para ser misericordiosos como lo es el Padre. Una está en el aspecto legal: no somos juez de nadie, más bien somos quienes no acusan sino perdonan. La otra es que no nos detengamos en dar: atención, cuidado, comprensión, apoyo material.
Este es nuestro camino de Cuaresma, para alcanzar esa medida maravillosa de ser imagen y semejanza de Dios por nuestro Bautismo. Por eso es importante que entremos en un tiempo de oración continuada, para tomar conciencia de nuestra verdad.
Aquí esta la oración de Daniel. Un diálogo humilde, lleno de autenticidad, verdad, deseo de un verdadero cambio no sólo particular sino también social. Como miembros del Pueblo asume la infidelidad y el rechazo de Dios.
Nuestro camino de Cuaresma es salir del pecado para alcanzar la vida nueva en Cristo nuestra Pascua.