Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

VII ORDINARIO martes 26 de febrero de 2019.

Por la paz y la justicia.

Eclo (Sir): 2,1-13; Sal 36; Mc 9, 30-37.

Jesús va distinguiendo el sentido del amor del sentimiento o a la pasión a la que nosotros lo hemos reducido. Por otra parte resalta que el amor no es sólo individual, de cada quien para con quien le cae bien.

Cuando en el camino en Galilea habla a sus discípulos acerca del camino que supone la muerte y de la resurrección, los discípulos nos quedamos con nuestra idea humana, terrenal, buscar el mejor lugar en el reinado de Dios.

Por eso él aclara la dimensión del amor en la comunidad: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” y añade algo que podríamos considerar fuera de lugar, como algo sin relevancia.

El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”. El niño es un indigente por naturaleza, hay que servirlo de tiempo completo.

El amor es, pues, en la enseñanza de Jesús, la disposición para el servicio total y permanente, especialmente al frágil, pobre, indigente, como lo es un niño. Y con esa actitud entramos en la familia de Dios, a quien recibimos como Padre.

Y este amor no es sólo sentimentalismo, ternura. Es sobre todo valentía porque es ir contra toda adversidad: “Hijo mío, si te propones servir al Señor, prepárate para la prueba; mantén firme el corazón y sé valiente; no te asustes en el momento de la adversidad”.

Sólo con esta decisión firme de servicio total, integral, podemos vivir el amor que nos lance a construir la justicia y la paz en nuestra familia y ambientes, como verdaderos discípulos misioneros de Jesús. La verdad libera, porque es la acción de Dios que nos transforma.

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