VII ORDINARIO lunes 25 de febrero de 2019
Santo Toribio Romo González, mártir mexicano.
Sir (Eclo): 1, 1-10; Sal 92; Mc 9, 14-29
Cuando Jesús dice: “¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos?” parece dirigirse más a los discípulos que a la gente que se ha reunido ahí.
Este reclamo fuerte de Jesús es a causa de la falta de fe. Al dialogar con el padre del endemoniado, Jesús tiene la actitud de la escucha, al tiempo que la firmeza, pues dice a este hombre: “¿Qué quiere decir eso de ‘si puedes’?”
Insiste en el tema: “Todo es posible para el que tiene fe”. Y esta es la enseñanza de Jesús de manera constante, la fe es lo primero. Una fe que nos haga abiertos a su Palabra, porque es el poder de su sabiduría y su misericordia.
¿Por qué es tan vital la fe? porque es el modo de entrar en la verdad de Dios, en su sabiduría. Es la mejor posibilidad que tenemos de entrar en una relación que se convierte en estable con Dios, conocerlo, conocer su voluntad, vivir en Él.
“Uno solo es sabio, temible en extremo: el que está sentado en su trono, el Señor”. Y Dios es el origen de toda sabiduría y que esa se identifica con su Hijo a quien engendra desde la eternidad.
El Hijo de Dios es la Sabiduría creadora, la Palabra que da vida a todo. Y Jesús nos revela esta verdad atendiendo al endemoniado. Palabra, Sabiduría de Dios, amor, es el Hijo de Dios, Cristo muerto y resucitado.
Al recordar al mártir
santo Toribio Romo Gonzáles, nos damos cuenta que Dios le da este don de la
sabiduría y sabe elegir lo mejor. En una Primera Comunión, al tener la sagrada
Hostia en sus manos; dijo: ‘¿Y aceptarías mi sangre, Señor, que te ofrezco por
la paz de la Iglesia?’ Dios aceptó su sangre.