Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

VI ORDINARIO miércoles 20 de febrero de 2019

Misa Por los sacerdotes

Gén 8, 6-13.20-22; Sal 115; Mc 8, 22-26.

Jesús ha reprendido a sus discípulos porque teniendo ojos no pueden ver, aún siendo testigos de lo que Jesús hace, no comprenden que el Reino de Dios ha llegado y que es necesaria la fe para entrar en Él.

Jesús, como al sordomudo, sana al ciego. Lo toca con saliva. Es necesario que el ciego se dé cuenta de lo que Jesús hace. El Maestro respeta el proceso para llegar a ver plenamente.

La indicación final que Jesús da al ciego que ha recuperado la vista, señala que se sigue cuidando de no ser confundido con un curandero. “Vete a tu casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie”, le dice.

El milagro en sí es una acción de misericordia de parte del Señor no sólo para con quien recibe su efecto, la curación; lo es también para todos nosotros los discípulos. Nos está diciendo que necesitamos a fiarnos de Él para ver bien.

Jesús puede actuar una y otra vez, hasta que dejemos de confundir las cosas, y no los árboles con los hombres, sino la verdad de la mentira, el bien del mal, la justicia de la maldad.

Algo semejante sucede con Noé. Debe tener paciencia para que se cumpla lo que el Señor la ha dicho. Esperar que la tierra esté dispuesta para iniciar la nueva creación. Y se fía plenamente ofreciendo en sacrificio los animales que llevaba.

Todo tiene su ritmo, no pensemos que al recibir los sacramentos ya hemos sido totalmente salvados. Hemos iniciado el camino de salvación, sí, y necesitamos crecer en él. Eso es nuestra vida nueva hoy, crecer.

Eso sucede con todos. También con los sacerdotes. También ellos han de vivir su proceso hasta descubrir en verdad su ministerio, el de Jesús, y servirlo a los demás.

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