Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

IV ORDINARIO lunes 4 de febrero de 2019

Memoria en la República Mexicana, Santa Águeda, virgen y mártir.

Heb 11, 32-40; Sal 30; Mc 5, 1-20.

El Papa Francisco nos convoca a ir a las periferias, no sólo a las territoriales, sino también a las existenciales, ahí donde la vida humana queda en situación limite por la fragilidad, la carencia de sentido de la vida.

Hoy el texto del Evangelio nos presenta a Jesús en una periferia más, la de la carencia, el vacío espiritual. Un pagano poseído por una legión de demonios, que habita entre sepulcros; los demonios acaban en los animales más impuros.

Es un ambiente sin Dios, sin valores, sin dignidad. Ahí llega Jesús y actúa con misericordia y ubica al recién liberado: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”.

El Señor no rechaza a nadie, e indica que no sólo los 12 están con Él y anuncian el evangelio. Lo entiende el que era endemoniado: “se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban”.

Si bien es cierto que Jesús es el profeta, también quien Él libera puede anunciar el reino, pues vive una profunda experiencia del mismo. El pagano recibe la fe como don al ser introducido al reinado de Dios gratuitamente.

Encontramos aquí que la fe es un don gratuito por excelencia y que cada uno ha de reconstruir su vida a partir de este don respondiendo con generosidad. Hoy, en México, celebramos por anticipado a Santa Águeda, virgen.

Ella consagró su vida al Señor; fue víctima de persecución y ultrajes, hasta ser llevada con una mujer pecadora para pervertirla. Águeda, fiel a su esposo. Cristo, entrega su vida caminando al Reino.

Pidamos su intercesión, presentémosla como modelo para las jóvenes en un ambiente hoy lleno de erotismo.

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