Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

III ORDINARIO miércoles 30 enero de 2019

San David Galván Bermúdez, mártir mexicano.

Heb 10, 11-18; Sal 109; Mc 4, 1-20.

Al tomar un Cuerpo el Hijo de Dios se acerca a nosotros en todo, menos en el pecado. Su encarnación está también en su comunicación, la hace humana, cercana. Por eso habla con ejemplos tomas de la realidad, las parábolas.

Jesús es la Palabra. Es también el sembrador. La relación del grano con la tierra se refiere a los oyentes y, sobre todo, a sus discípulos. Así tenemos una guía de ubicación de nuestra posición ante la Palabra.

Preguntémonos: ¿qué soy? ¿vereda, terreno pedregoso, espinas, con qué actitud me pongo ante el Señor que me habla? Es mejor ser tierra buena donde: “las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno”.

El fruto es concorde a lo sembrado. Si lo sembrado es la Palabra de Dios, el fruto es esa Palabra vivida, incorporada a la cotidianeidad, para dar testimonio, es el sentido del discípulo misionero.

Lo que el profeta dice: “Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones”, se está cumpliendo ahora. La Ley del Señor, su Palabra, hoy puede ser vida para nosotros. ¡Acojámosla!

Un testimonio que tenemos hoy es el mártir mexicano el padre David Galván Bermúdez. En su ministerio pastoral, antepone la misericordia y, junto con otro sacerdote, el padre Araiza, va a atender a las víctimas de un enfrentamiento.

A pesar de ser de bandos distintos, atienden por igual a los caídos. Mientras lo hacen, los militares los llevaron ante el teniente coronel Enrique Vera, quien ordenó que los fusilaran.

Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado el 21 de mayo del 2000 por Su Santidad el Papa Juan Pablo II. La Palabra, en el padre David cayó en tierra buena, dio fruto abundante.

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