Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

III ORDINARIO martes 29 enero de 2019

Para dar gracias a Dios.

Heb 10,1-10; Sal 39; Mc 3, 31-35.

Con frecuencia surgen problemas en las organizaciones a causa de la relación entre familiares. El nepotismo es la intención de una autoridad de favorecer a los familiares. Cosa muy criticada, que crea desconfianza.

Jesús nos invita a trascender esta tentación, universalizando el sentido de la familia, no sólo la propia, sino la de sus discípulos, pues señalará siempre que un requisito para seguirlo es dejar precisamente la familia.

Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. El discípulo renace al vivir la Palabra del Señor, y se dejar conducir por el Espíritu Santo.

Esta base de la vida nueva en Cristo implica una visión de la humanidad tal que nos permite buscar la fraternidad universal como actitud permanente. Es la fe que nos permite ver las diferencias para la complementariedad, no la división.

El pueblo elegido pensó que su relación con Dios era sólo exclusiva y única. De modo que la ley cultivaba muchos aspectos de egoísmo, separación de los demás pueblos. Sobre todo eran algunos quienes la controlaban.

Cristo viene a rehacer la relación inicial. Toda la humanidad es criatura de Dios y tiene los mismos privilegios. Por eso Cristo explica: “No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo”.

La encarnación del Verbo es con la intención del servicio, Dios comparte la vida humana de su criatura y da la propia para recuperar la comunión. Dios es fiel a su elección. Cuando nos alejamos, Él en su Hijo nos recupera.

En su amor gratuito no espera de nosotros más que fidelidad, permanecer en Él por medio de Cristo, en el Espíritu Santo. La Eucaristía es acción de gracias en la que presentamos al Padre a su Hijo en ofrenda.

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