Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

II TIEMPO ORDINARIO viernes 25 enero de 2019
Fiesta La Conversión de San Pablo, Apóstol
Hech 22, 3-16; Sal 116; Mc 16, 15-18
Jesús está resucitado, ha vencido el pecado y la muerte, deja no sucesores sino colaboradores que continúen la relación directa con el mundo entero, la creación para dar a conocer el evangelio.
Esta es la misión de los once, los discípulos fieles. Lo que corresponde a los que reciben el anuncio también está claro: “El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado”.
Desde ese momento, los discípulos saben que debe haber libertad en la respuesta y coherencia en la acción de la Iglesia. Y saben también que el Señor va con ellos a través de los signos que Él mismo realiza.
Un discípulo hace ese camino. Pablo nos da su testimonio y destaca el sentido de la conversión “yo le dije: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’. El Señor me respondió: ‘Levántate y vete a Damasco; allá te dirán todo lo que tienes que hace’”.
Pablo era un judío de sólida formación, practicante y aguerrido defensor de la fe, a tal grado que, nos dice: “Perseguí a muerte el camino cristiano, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres”.
El encuentro personal de Pablo con el Jesús resucitado es una revelación. Como lo prometió, está presente en la comunidad. De modo que lo que le pasa a la Iglesia, le pasa a Jesús; lo que hace la Iglesia lo hace Jesús.
Pablo se convierte, orienta su existencia hacia Cristo y su amor hacia la Iglesia, de modo que el sufrimiento que en adelante vivirá como testigo, seguramente le hará presente lo que él hizo. Valora la cruz del Evangelio, Cristo.
Esta fiesta enmarca y culmina la semana de oración por la unidad de los cristianos, llamándonos, a partir del testimonio del Apóstol, a vivir a Cristo. Con Él construyamos al hombre nuevo.

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