TIEMPO DE NAVIDAD jueves 10 enero de 2019
1Jn 4, 19-5, 4; Sal 71; Lc 4,14-22.
Después de estar refugiada en Egipto, la familia había regresado a Nazaret, donde vivían José y María. Evoca la presencia de Espíritu que inunda a la Joven Virgen y en su seno concibe al Hijo de Dios.
Ahora Jesús vuelve a la sinagoga de ese pueblo para anunciar: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.
Es la proclamación solemne de su misión. Es el enlace con el don del Padre a María y a Él en su seno. Ahora el mismo Espíritu confirma su envío. Anunciar la Buena noticia de reino no es el discurso de un heraldo, es una acción de vida.
Liberar, sanar, significan que el Señor actúa con su gratuidad. Nada ni nadie puede más oprimir al hombre; en adelante está llamado a vivir la libertad de los hijos de Dios. Este anuncio lo cumple Jesús servidor.
Esta proclamación de la misión es proclamación de la gratuidad de Dios, es decir, de su amor; por eso: “Amamos a Dios, porque él nos amó primero”. Y más: “El que ama a Dios, que ame también a su hermano”.
Quisimos ir a Nazaret para estar con María en su anunciación. Quisimos volver a Nazaret para estar con Jesús siendo educado por José y María. Volvamos hoy a Nazaret, una vez más, para que el Espíritu nos unja, nos envíe.
Dos no puede enviarnos a otra cosa que no sea cumplir su mandamiento, volver a nacer en Cristo: “todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo”.