Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XXXIV ORDINARIO miércoles 28 de noviembre de 2018
Por los refugiados
Ap 15,1-4; Sal 97; Lc 21,12-19
Todos somos conscientes de los obstáculos que existen en el camino de la fe, como nuestra propia limitación de criaturas, no abarcamos todo, somos débiles y nos cuesta mantener el ritmo; y están los obstáculos del mundo.
En el mundo quienes trazan el camino, son los responsables de guiar a las naciones; están también quienes quieren dominar y apoderarse de todo. Viene entonces el rechazo y la persecución con los discípulos misioneros.
Jesús conoce esta realidad, ya lo ha advertido a quienes lo siguen. Ahora, para el momento definitivo lo repite la razón: “Con esto ustedes darán testimonio de mí”, y añade: “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”.
La llegada del justo Juez es como el examen que presenta quien se ha preparado a conciencia y tiene a la mano la lista de respuestas. El Espíritu Santo nos es dado para responder al llamado.
El simbolismo del Apocalipsis nos leva al tema del Éxodo. Transitan en el mar rojo los que son liberados de la esclavitud ya no del faraón, sino de los nuevos poderosos, el emperador romano y todo poder totalitarista que surja.
La gratuidad de Dios es efectiva para nosotros en la medida que nosotros somos fieles a su amor, respondemos con prontitud y constancia a su llamado. No es la labor sólo de una de las partes, sino de ambas. Llegamos a un cierto nivel de equilibrio proporcional, Dios es Dios, nosotros somos sus criaturas.
Nuestro destino definitivo está marcado por la gratuidad de Dios, su auxilio que viene del Espíritu y está previsto en esta gratuidad. No podemos temer ese día; sí, hemos de decidirnos a ser fieles en la justicia y la paz.
Dios actualiza en nuestros días su tiempo y nos inculca desde ahora la gratuidad en bien de los esclavizados y pobres.

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