Homilía del señor obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. 25 de noviembre de 2018

Dan 7,13-14; Sal 92; Ap 1, 5-8; Jn 18, 33-37.

En el juicio de Jesús suceden cosas extraordinarias. Fuera del Pretorio está la muchedumbre azuzada por los judíos y con violencia presionan para que Jesús muera, pero no lo pueden hacer los judíos, deben hacerlo los romanos.

En el Pretorio hay diálogo razonado. Jesús explica a Pilatos en términos que éste entiende: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos”.

Pilato comprende a Jesús, pero tienen la responsabilidad de cuidar la paz social a cualquier precio, aún sobre la vida de un inocente. Jesús es rey, no de este mundo y aquí comienza su camino hacia su coronación.

El pueblo elegido, que debía acogerlo, lo rechaza, quedando fuera del alcance de la Promesa que esperaba ver cumplida. El mundo no mira al fondo la realidad y, como Pilato, por mantener un orden artificial, rechaza la justicia y la verdad.

El pueblo elegido tenía, de parte del poder humano, la oportunidad de recuperar la relación con Dios y aceptar al Hijo del hombre que viene a juzgar. Daniel y Juan nos lo anuncian como el que sube al Trono, el Testigo fiel.

Hoy, al celebrar esta Fiesta de Cristo Rey, con la que concluye el Ciclo B del Año Litúrgico, estamos ante esa perspectiva de prepararnos a acoger o rechazar al Justo Juez, de entrar al reinado de Cristo, que no es de este mundo.

Estamos en el mundo porque, como discípulos misioneros somos enviados a él para dar testimonio de la vida nueva. Esto implica la decisión de acoger en verdad el reinado de Cristo en nuestra vida.

Nuestro sínodo nos ha llevado a descubrir hacia dónde hemos de caminar: recomenzar desde Cristo, vivir como bautizados y transformar el mundo.

 

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