Homilía del señor obispo Don Guillermo Ortiz

XXVIII ORDINARIO miércoles 17 octubre de 2018
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir.
Gál 5, 18-25; Sal 1; Lc 11, 42-46.
Cada persona, de acuerdo a la actividad que desarrolla en la sociedad, se habitúa a ver las cosas desde esa perspectiva. Un comerciante estará siempre haciendo cuentas de las cosas, de las entradas y salidas, del capital.
Esto no sería problema si no lo mezclamos con la religión. Un sacerdote que ve su ministerio, o un laico su participación en la pastoral, como lo ve el comerciante, estarían en la situación de los fariseos, que sólo miran lo material.
Sí existe en la Iglesia el precepto del diezmo con sentido de colaboración, de comunión, pensando en las necesidades pastorales de los pobres, necesitados, y del cuidado y funcionamiento de la vida parroquial.
Pero podemos todos caer en esa tentación, de mirar las cosas y no el corazón, de medir cantidades y no camino de santidad. El mismo efecto está en la actitud de exigencia que provoca imponer normas, requisitos, que estorban.
Ambas realidades bloquean el camino de la evangelización y cierran, a quienes buscan al Señor, las oportunidades de encontrarlo. Cristo llama a la conversión del corazón, profunda, el Papa nos llama a la conversión pastoral.
Todos, sacerdotes y laicos, estamos llamados a este camino de crecimiento en la fe que se traduzca en una constante conversión integral, que haga claro y visible el reino, la acción del Espíritu que conduce a la Iglesia.
En la doble lista que presenta Pablo, a una llama “obras”, como indicando que es lo que surge del corazón humano que tiende al pecado; en cambio habla de “frutos del Espíritu Santo”, como consecuencia de la acción de este Don.
Hoy recordamos a San Ignacio de Antioquía, obispo perseguido y condenado a las fieras; en su camino hacia Roma escribe varias cartas destacando el sentido de la vida en Cristo. Que su testimonio nos ayude.