Homilía del señor obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XXVIII ORDINARIO jueves 18 octubre de 2018
Fiesta de San Lucas, Evangelista
Tim 4,9-17; Sal 144; Lc 10, 1-9
Después de escuchar el texto del evangelio, nos viene la pregunta sobre si quien lo escribió estaba presente. Si bien es cierto, está inspirado por el Espíritu Santo este y los demás escritos bíblicos, también esta una mano humana.
Lucas es discípulo de Pablo. Era médico. Pablo pasa de ser fariseo convencido a discípulo de Jesús aguerrido. Lucas es médico, valora lo que ve y no se limita a la imaginación. Vive con Pablo el camino misionero.
En nuestra oración inicial destacamos su cabalidad, autenticidad y coherencia. Y eso aparece en este texto. ¿Por qué Jesús da tantos detalles a los misioneros? Porque se trata del Reino, el don de Dios para el mundo.
No se trata de un invento humano como doctrina filosófica o ideología. Sino de la vida que viene del Padre en Cristo por el Espíritu Santo. Así, Lucas detalla la exigencia de la pobreza, el abandonarse al contenido de la misión, el Reino.
No puede el discípulo misionero pensar en la ganancia ni en el confort, el bien personal inmediato. Para eso no es la misión. La vida de entrega, soportando las adversidades, es una expresión de la fe en Jesucristo.
Pablo da su testimonio “El único que me acompaña es Lucas”. ¿En qué ha estado Lucas con Pablo? En la soledad de su defensa, el frío, la intemperie, los peligros de las tormentas marítimas, en la separación de quienes se esperaba fidelidad.
También en el ataque de quienes se sienten confrontados por el evangelio, como es el herrero quien ve disminuida la venta de las imágenes que fabrica de dioses. Sabe Lucas, el médico, lo que está haciendo y lo que le espera.
En su camino Lucas descubre que Cristo resucitado actúa con ellos por la fuerza del Espíritu. Ese es su consuelo, su testimonio.

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