Homilía del Señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XXVII ORDINARIO lunes 8 octubre de 2018
Para fomentar la concordia
Gál 1, 6-12; Sal 110; Lc 10, 25-37.
Dios nos ha hablado desde antiguo. Por los profetas, actualmente, nos sigue hablando. Y los profetas de hoy son tantos sacerdotes, laicos, consagrados. Hoy el Papa es un profeta. ¡Y frecuentemente decimos que Dios está lejos!
Nos puede suceder lo que al doctor de la ley que quiere confundir a Jesús, como que hacemos que no sabemos las cosas, no las entendemos. Jesús, conociendo su intención, lo remite a algo que el doctor conoce, la ley.
La insistencia del doctor de la ley permite a Jesús dar una interpretación que resulta ser un camino a la verdad, a la salvación, a superar la letra de la ley. La parábola ilustra la verdad del sentido de la ley, la misericordia.
La respuesta contundente de Jesús, “Anda y haz tú lo mismo”, nos obliga a hacer un discernimiento: ¿qué sentido tiene la ley sino ser misericordiosos como el Padre es misericordioso? ¡Ahí está en verdad nuestra vida1
Pablo nos lo demuestra con claridad: “Me extraña mucho que tan fácilmente hayan abandonado ustedes a Dios Padre, quien los llamó a vivir en la gracia de Cristo, y que sigan otro Evangelio”.
El evangelio verdadero es la libertad por el amor, no la esclavitud de la ley. De modo que no podemos seguir haciendo oídos sordos a este llamado, el mandato del amor. Analicemos en qué situación vivimos nuestra fe.
Hay teorías que se apoyan supuestamente en investigaciones científicas a cerca del principio de la vida, la libertad, de cómo desarrollarnos integralmente. Pero éstas, al iniciar y terminar en el hombre, nos alejan de la verdad, de Dios.
¿Quién puede investigar el amor hoy? Intentos hay limitados a reacciones del organismo humano, químicos o físicos. Ninguno lo explica. El amor es nuestra dimensión trascendente que nos acerca a Dios. El amor viene de Dios.

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