Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XXIII ORDINARIO martes 11 de septiembre de 2018
Por la unidad de los Cristianos
1Cor 6,1-11; Sal 149; Lc 6, 12-19
Jesús, enviado del Padre, el Profeta que cumple a plenitud la Palabra porque es Ella misma, revela la vida del Padre. Dios es amor, para amar se necesita más de uno, como en la Trinidad.
El evangelio de hoy nos describe un momento maravilloso. “Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios”. Este encuentro permanente del Hijo con el Padre es comunicación plena en el Espíritu.
De ahí viene la acción inmediata del Hijo, guiado por el Espíritu: “llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles”. Jesús, para llevar a cabo la voluntad del Padre elige, a aquellos con quienes iniciará.
De inmediato, ante los 12 y los demás discípulos, Jesús se pone a curar y liberar a quienes a Él se acercan. Así revela, con este acto de comunión y servicio la llegada del reinado del Padre. La vida nueva que inaugura para el hombre.
La identidad fundamental del discípulo está aquí señalada: es elegido por el Padre; el Hijo lo llama, lo nombra, y lo lleva, junto con Él, a realizar el servicio a la humanidad. En primer lugar, enfermos y atacados por el maligno.
La vida de comunidad es el sostén para le discípulo. Aquí inicia ese sendero nuevo de su existencia. Ira aprendiendo de Jesús la obediencia al Padre, que se fortalece en ese contacto permanente del diálogo, la oración.
Junto con ese aprendizaje fundamental, irá descubriendo la predicación del Reino, la atención a los más necesitados, la defensa de la comunión con Dios, por encima de las leyes y tradiciones humanas.
Vemos cómo Pablo, en la formación de la comunidad en Corinto, da esa precisa indicación, está primero, para el discípulo, la comunidad en Cristo. Vivamos esa unidad.

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