Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XXIII ORDINARIO lunes 10 de septiembre de 2018
1Cor 5,1-8; Sal 5; Lc 6, 6-11.
No basta escuchar y proclamar la Palabra. Es necesario ir más allá. Las manos nos sirven para trabajar, para encontrarnos con los demás, para dar a quien está necesitado. En el actuar está la continuidad de la escucha y la proclamación.
Jesús, en la medida que nos va sanando por su Palabra, nos va capacitando para actuar. Y a veces nos quedamos trabados por pensar en tradiciones, normas, aún las que nos inventamos nosotros. A veces son por carencia interior.
‘No hago nada si no me lo piden’. ‘Qué tal si lo hago y los demás se molestan’. ‘Mejor no meterme para no comprometerme’. Y muchas cosas más están dentro de nosotros que nos paralizan.
Junto con esto, una serie de ideas que hemos convertido en normas, según la propia comodidad. La caridad la podemos hacer en cualquier parte, a cualquier hora, ante cualquier persona necesitada. ¡Y hay muchos necesitados!
Tender la mano para acoger, para acompañar, para levantar, para motivar, apapachar. Para esto no necesitamos normas, porque es el principio de la ley, el amor. Y, eso sí, sólo el Señor puede sacarnos de nuestra parálisis para el amor.
El miedo a amar nos puede esclavizar ante muchos, ante situaciones no queridas ni previstas. Pablo habla de un pecado gravísimo. Y pueden estarse dando de ese tipo muchos pecados.
Tenemos miedo de levantar a la persona, de ayudarle a salir de la situación en la que ha caído. Las relaciones interpersonales dañosas son de muchos tipos, además de ésta que señala Pablo de muchas otras que conocemos.
Aquella norma que nos hemos impuesto: ‘no te metas en lo que no te importa’, ‘no te comprometas’ pueden estar dañando a muchos. Necesitamos que Cristo nos sane para ayudar a otros, con la verdad, a hacer el bien, actuar la justicia.

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