Homilía del Señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XIX ORDINARIO miércoles 15 de agosto de 2018
ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Azul Solemnidad.
Misa vespertina.
1Cró 15, 3-4. 15-16, 16,1-2; Sal 131; 1Cor 15, 54-57; Lc 11, 27-28.
Es normal que nos sostenga un ideal o meta que nos proponemos alcanzar. Cuando un migrante, un refugiado, una víctima de trata de personas, dan un testimonio en donde coinciden ‘si no fuera por Dios, no lo habría logrado’.
La misión de Cristo, que continúa la Iglesia, es anunciar, ponernos en contacto con el Padre, meta de todo anhelo humano. En Él esta la plena felicidad, eso es el ‘cielo’ en donde lo ubicamos.
Alaba una mujer a la madre de Jesús, sin embargo Él descubre la verdadera dicha: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. Vivir la Palabra es vivir la vida del Padre, estar en el ‘cielo’.
Para el rey David era un sueño dar un mejor lugar al Arca, signo de la presencia del Señor que camina con su pueblo. Nosotros invocamos a María como Arca de la Alianza, pues en ella se hace presente el Dios que nos acompaña.
El Arca, María, nos conduce con su Hijo al canto de la victoria de Dios Padre que mira a sus hijos y cumple, para quienes lo acogen, la promesa de salvación que consiste en la destrucción del pecado por la gracia de su amor.
Hoy, esta víspera de la festividad de la Asunción de María, podemos contemplar su presencia cercana a nosotros, como la Mujer de fe que se abre al camino de Dios, a la liberación de la esclavitud del pecado y la participación del ‘cielo’.
Ella es la Hija Predilecta del Padre que dócilmente escucha su Palabra, es dichosa porque cree y es peregrina, mujer del éxodo hacia la Tierra Prometida definitiva. Es Madre que nos acompaña en la conversión permanente.
Ella sigue a su Hijo contemplándolo. Contemplemos a María, acojamos al Hijo amándolo, siguiéndolo como Ella.

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