XVII DEL TIEMPO ORDINARIO martes 31 de 2018.
San Ignacio de Loyola, presbítero Blanco
Jer 14,17-22; Sal 78; Mt 13, 36-43.
Acercarnos a la Palabra del Señor en la Sagrada Escritura supone que lo hagamos con fe, dispuestos a escucharlo. Podemos leer trozos y entenderlos a modo nuestro, acomodarlos, y no abrirnos a la verdad de su mensaje.
Él nos explica esta parábola del trigo y la cizaña. Nos habla de la presencia del Maligno y de quienes lo siguen. Su apariencia natural, simple, envuelve en la mentira su intención de provocar rechazo a Dios, ahogar su Palabra, desviarnos.
No son dos dioses que se enfrentan, como en las culturas griega y romana, sino de la criatura desobediente, mentirosa, que retó a Dios y quedó fuera de la vida e intenta atraer a su mentira a todos, así como a Eva y Adán.
El juicio del Señor es de acuerdo a nuestras decisiones que tomamos en la vida y que las vamos realizando. Si son de acuerdo a Su voluntad, cumplimos la ley como justos, entonces brillaremos “como el sol” en el Reino del Padre.
Este reinado del Padre es desde ahora, en la vida actual. Si brillamos como el sol iluminaremos nuestro ambiente para la verdad y la justicia, para la paz. Si nos dejamos llevar por el mentiroso provocaremos división y muerte.
El profeta es sensible a la realidad, donde encontramos signos de muerte por la mentira; con él clamemos al Señor: “¿Acaso los ídolos de los paganos pueden hacer llover? ¿Acaso los cielos, por sí solos, pueden darnos la lluvia?”
Hoy celebramos a San Ignacio de Loyola, que en la convalecencia encuentra al Señor meditando su Palabra y descubre el Camino de la Verdad y la Vida; que él interceda por nosotros para dar respuesta al llamado que el Señor nos hace.
En el contexto y lenguaje de la milicia descubre su lucha por la salvación universal.