XVII DEL TIEMPO ORDINARIO lunes 30 de 2018
Memoria de Santa María de Jesús Sacramentado Venegas, religiosa
[En la República Mexicana],
Jer 13, 1-11; Sal Dt 32; Mt 13, 31-35.
Jesús con palabras y obras revela la vida del Padre, la plenitud del amor al que nos llama y que constantemente nos comparte. Así encontramos como dos rostros del amor. Por una parte el amor que une y por otra el que se expande.
De ahí las parábolas del reino. Una, la del grano de mostaza habla de la sencillo que es un acto de amor y, sin embargo, es capaz de albergar a muchos. La otra, la de la mostaza, que entra en el corazón del hombre, de la sociedad y lo hace cada vez más grande. El amor de Dios es mostaza y levadura.
Nosotros, como discípulos, hemos de ser también misioneros con corazón de mostaza y levadura. Abrirnos para acoger espiritualmente a los más posibles atendiéndoles en la caridad. Entrar en la sociedad para transformarla en más.
El Señor ha dicho: “Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo”. Ese misterio oculto desde el principio es el Amor, es Dios mismo que se da a conocer.
Por eso el Reino de Dios, el Amor, lo podemos vivir en esta doble dimensión para la vida, unidos a Jesús, Hijo de Dios, por el bautismo y la Eucaristía. Si permanecemos en Él, con Él, viviremos para Él esta misión de vida.
¿Qué sucede si nos apartamos de Dios buscando ídolos y cayendo en la mentira? Nos lo dice el Espíritu Santo por el profeta: “Ese pueblo malvado se ha negado a obedecerme, se porta obstinadamente, ha seguido a otros dioses para servirlos y adorarlos, y será como este cinturón, que ya no sirve para nada”.
No nos separemos del Señor, está en la Eucaristía y en los hermanos más pobres, en los que son rechazados, descartados de la sociedad.