Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

VII PASCUA miércoles 16 de mayo 2018
Memoria de San Juan Nepomuceno, Mártir
Rojo
Hech 20, 28-38; Sal 67; Jn 17, 11-19.
¿Cómo es el Hijo con el Padre? ¿Cómo viven esta relación, siendo un Solo Dios, Padre e Hijo? Lo podemos entender en la oración de Jesús. Mira a su Padre cara a cara, lo reconoce como superior a sí y le da cuenta de lo que ha hecho.
Sabiendo que ha cumplido, ahora le pide algo más a su Padre: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros”; es decir, para que el Espíritu Santo los una totalmente.
Además añade: “No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal”. Jesús ha sido enviado para salvar al mundo, ahora sus discípulos tenemos esa misión y no podemos contaminarnos del mal del mundo sino llevarlo a Dios.
Jesús no pide sólo por sí o para sí. Sabe que el Padre lo ama a Él y ama a sus discípulos. Entonces su oración de petición es al mismo tiempo de intercesión, para compartir lo que es suyo con sus amigos.
Esta oración a de fortalecernos, darnos ánimo, valentía y consuelo, porque es permanente de parte de Jesús. Así como Pablo que se preocupa de los sacerdotes de Mileto, y al mismo tiempo se desprende de ellos.
“Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los constituyó pastores el Espíritu Santo… Ahora los encomiendo a Dios y a su palabra salvadora, la cual tiene fuerza para que todos los consagrados a Dios crezcan en el espíritu”.
La voluntad del Padre, que es la Misión del Hijo no se cumple sin la presencia activa del Espíritu. Así lo comprende Pablo. Así hemos de aceptarlo nosotros. La misión es para el encuentro, para vivir en comunión con la Trinidad; nosotros nos movemos y existimos en Él.

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