Homilía del señor obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

VII PASCUA jueves 17 de mayo 2018
Feria de la VII Semana de Pascua
Hech 22, 30; 23,6-11; Sal 15; Jn 17, 20-26.
Un amor, una amistad cerrada, se ahogan. Dejan de crecer y se vuelven dañosos para quienes la viven. Jesús, Hijo de Dios, hijo de María, nos trae la salvación y, con ésta, nos señala el camino del amor, un amor abierto a los demás.
La oración de Jesús revela esta universalidad desde su decisión al pedirle a su Padre: “Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mi por la palabra de ellos, para que todos sean uno”.
Aquí encontramos también un aspecto más de la revelación del Dios amor, en la petición por la unidad. No es sólo para que estemos con y en la Trinidad, sino para algo más: “y el mundo crea que tú me has enviado”. Amor que es anuncio.
Hemos dejado mucho nuestra fe en conceptos, en ritos, en normas. Eso puede continuar si nos ayudan a ir al fondo de la fe, el amor a los demás, la construcción de una comunión que refleje, haga presente al mismo Dios.
La predicación no puede ir sólo en palabras, o en acciones, sino en actitudes, en la forma concreta como nos relacionamos con los demás miembros de la comunidad y, sobre todo, como nos relacionamos con los que no cree.
La paciencia de Pablo, si capacidad de comprensión de las comunidades que existen y las que va formando, le permiten estar atento al querer de Jesús para cumplirlo con presteza.
“Ten ánimo, Pablo; porque así como en Jerusalén has dado testimonio de mí, así también tendrás que darlo en Roma”. Este consuelo que le da Jesús a Pablo se convierte, al mismo tiempo, en nuevo envío, destacando el testimonio.
Nuestro camino de discípulos misioneros es largo. Cristo resucitado nos acompaña, alentándonos en lo cotidiano y lo especial.

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