La pandemia que hubo por COVID-19 en marzo del año 2020, desató muchos inconvenientes y por supuesto un gran impacto para todas las personas convocadas en este Congreso Eucarístico Diocesano. Tras la exposición de los temas se comparten opiniones diversas entre los grupos y se acentúa sobre la esperanza que tenemos cada uno de nosotros de frente a estas realidades que se viven y lastiman a nuestra sociedad. Conmovidos, pero con profunda empatía comparten los momentos difíciles en donde pareciera que no hay ningún rastro de esperanza y donde nos aferramos a lo que nos quedaba, de frente a la desesperación de perderlo todo. El poder salir, convivir con nuestros seres queridos o simplemente para pasar un rato agradable fuera de casa, frustrado por la pandemia, obviamente todos se sienten identificados con este suceso; los presentes se sienten apaleados, hundidos en crisis pero nunca vencidos, pues Cristo vivo y resucitado ésta a su lado, pues la fe es lo último que se pierde. Este suceso inspira a la vida cristiana de cada congresista a crecer como personas, pues juntos como comunidad de hermanos podemos superar las adversidades, comprender que somos seres finitos y necesitamos de Dios. Muchos otros también comparten que sienten que ha pasado mucho tiempo de aquel sufrimiento, carencias y de un lapso lleno de recuerdos tristes; pero tras este Congreso Eucarístico Diocesano, se sienten con una luz de esperanza como si hubiera un nuevo camino para todos, que podemos ver la vida en forma de oportunidades para salir adelante y llevar de la mejor manera los recuerdos de duelo y de angustia en este lapso. A su vez este Congreso es una forma de concientizar y valorar nuestras vidas; las parroquias establecieron un propósito para mejorar esta situación vivida y animarse mutuamente para ser mejores hombres y mujeres de fe. Para finalizar mencionan que tenemos el privilegio de estar aquí con vida y lo mejor que podemos hacer es disfrutar todo el tiempo que nos queda alimentando la fe en Jesús Eucaristía.
