I ADVIENTO miércoles 02 diciembre 2020
Is 25, 6-10; Sal 22; Mt 15, 29-37.
En el cumplimiento de la promesa, el Hijo de Dios, Mesías prometido viene para devolver la salud y la vida, nutrir a los discípulos que lo siguen. En el texto vemos que estas dos realidades están presentes en Cristo.
Este acontecimiento está introducido por una frase aparentemente sencilla: “llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó”. Esto provoca la reacción de muchos, los más necesitados: “tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos”.
Iremos descubriendo en el mismo texto de Mateo, que es el pueblo elegido que está como rebaño sin pastor. Las limitaciones a las que se refiere esta lista están en la vida de fe, en la respuesta del pueblo: no se mueve, no ve, no oye ni habla, su fe está apagado.
Si no están muertos los que acuden, sí están en situación de indigencia física. Isaías habla del banquete y que arrancará “el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones”.
Todo esto refleja la situación en la que nos encontramos hoy. Ante esta situación de Pandemia y Cuarentena, podemos estar viviendo una fe enferma; nos damos cuenta que nuestra vida en la sociedad no está tan sana. Tal vez no lo habíamos visto, no nos había interesado.
Este Adviento es en realidad un tiempo de gracia, un regalo de Dios para que reaccionemos y miremos nuestra historia. Para que tomemos conciencia de que no podemos limitarnos a la realidad individual, a veces familiar. Nos urge ir más a los demás.
Quienes pueden moverse llevan enfermos ante Jesús, anunciando: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara”. Comprendemos que en el Adviento el Señor viene, y necesitamos ir hacia Él con fe y esperanza. Esperemos activamente al Señor.