XXVI ORDINARIO jueves 1 octubre de 2020 Santa Teresita del Niño Jesús Job: 19, 21-27; Sal 26; Lc 10, 1-12Si el trabajo es intenso y ha de abarcar toda la población posible, siempre harán falta operarios que los realicen. Sobre todo cuando se trata de un trabajo permanente, como es insertarse en la sociedad para cambiarla persona por persona en su mente y su corazón. Es lo primero que Jesús hace con sus discípulos hacerlos conscientes del intenso trabajo que supone anunciar y vivir el Reino. Lo segundo, paradójicamente, es que el enviado ha de ir con toda libertad, abandonado al hecho mismo de la predicación. Es un llamado exigente. Si alguno no recibe este anuncio, es porque ha rechazado a Dios y el don de la salvación que otorga. Por eso el gesto de sacudirse el polvo. Ir a un lugar pagano significa contaminarse y por eso el judío se sacude el polvo de ese lugar, se lava los pies. El dinero, el morral, las sandalias, familiares y amistades encontrados en el camino, no deben detener la misión. Por eso es necesario desprenderse de eso, que significa la pobreza como abandono en las manos del Padre. Al pedir Job compasión a sus amigos resalta el dolor que implica dejar de tejer los bienes que en la tierra son importantes, dan seguridad y confort, e insiste en su convicción de fe: “Yo sé bien que mi defensor está vivo y que al final se levantará a favor del humillado”. El Reino de Dios no depende de nuestra iniciativa, no es invento humano. Es don gratuito del Padre por medio de su Hijo con la fuerza del Espíritu. Por eso podemos participar. Santa Teresita quiso ser misionera y descubrió su vocación en el amor. Y desde las obras de cada día, realizadas con fe, edifica desde su convento el reino, orando por los misioneros. Aprendamos su fe sencilla, seamos misioneros.