María Magdalena

MAGDALENA: LA MUJER DE LOS SIETE DEMONIOS.

Por Carlos A. Flores Loya.

Magdala era un pequeño pueblo de pescadores situado a las orillas del lago de Genesaret. Jesús pasaba por Magdala cuando iba de Nazaret a Cafarnaúm y, seguramente, en alguna de estas visitas conoció a María, la mujer que hoy conocemos como la Magdalena.

         Sabemos poco de la vida de esta mujer antes de conocer a Jesús. El evangelio de san Lucas nos dice, casi sin quererlo, que entre las mujeres que acompañaban a Jesús iba María, “de la que habían salido siete demonios” (Lc 8, 2). Seguramente este fue el hecho fundante de su relación con Jesús y el acontecimiento que cambio la vida de esta mujer para siempre.

         ¿Qué ocurría con la Magdalena? ¿Quién puede conocer el corazón de una mujer? ¿Qué “demonios” atormentaban su vida? Seguramente María Magdalena vivía sometida a las fuerzas del mal.       Quizá no tengamos que inclinarnos a pensar únicamente que sus demonios eran de tipo sexual asumiendo que era una prostituta; quizá sus demonios eran mucho peores.

Su encuentro con Jesús la transformó desde lo más íntimo. Jesús se volvió su centro vital, su amigo, el motivo de su amor, su todo. Nadie podrá imaginar nunca el dolor que significó para la Magdalena ver a Jesús muerto. Con su muerte todo se volvió oscuridad de nuevo. Mataron al hombre que le había mostrado a Dios devolviéndole su dignidad. Sin él los “siete demonios” podían volver. Su desesperación frente al sepulcro vacío hablaba de su propio vacío interno sin la presencia del Amado.

El día de la resurrección ella estaba desesperada: ¡Se lo han llevado! ¡Ni siquiera podía ungir con lágrimas y aromas su cuerpo! Pero su amor era tan entrañable que sólo María pudo descubrir la entonación especial que tenía su nombre en los labios del Maestro: “¡María!”. Así es; bastó una palabra para que ella lo pudiera reconocer resucitado y se lanzara a sus pies con toda la fuerza de su amor.

Esta mujer es la primera en descubrir a Jesús lleno de vida y en  ser testigo de un mensaje que resuena por los siglos: Él está vivo, su vida palpita en el corazón de cada ser humano, ya no hay abismo entre Dios y los hombres y el Amor espera, siempre nos espera en Galilea.

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