I CUARESMA miércoles 13 marzo de 2019
Jon 3, 1-10; Sal 50; Lc 11, 29-32
Hablando de la salud física, nos sorprende el hecho que una persona fue a un
país donde supuestamente la medicina ha alcanzado un alto nivel y cuando
supieron que iba de México le dijeron ‘la medicina la tiene en su país’.
Una persona que buscaba un crecimiento espiritual buscó a un líder religioso
del oriente y cuando esta persona le dijo que era católico, el líder le dijo ‘no
tengo nada que decirte, tú tienes el evangelio de Cristo’.
A veces buscamos señales para ver dónde está la vida, la salud, el poder. No
creemos que Cristo nos pueda dar esa señal porque murió en la cruz,
derrotado. Esa manera de pensar es la que Jesús rechaza de la multitud.
La cuaresma, la semana santa, no son momentos aislados en la vida para
buscar los signos que nos den seguridad, poder, paz en el contexto de la vida
mundana. Jesús no nos da esos signos que el mundo ofrece.
Por eso insiste: “no se le dará más señal que la de Jonás… aquí hay uno que
es más que Salomón”. Jesús se refiere a la predicación de Jonás y a la
Sabiduría sobre la vida. La conversión nos lleva a la verdad en Cristo.
El único que puede salvarnos, darnos la vida verdadera, es Dios. La Sabiduría
de Dios es Cristo, sólo desde Él encontramos la vida verdadera. Por eso hemos
de desechar toda predicación que acomode las cosas a nuestro gusto.
Sólo escuchando la predicación de Jonás y retornando al Dios verdadero
podemos encontrar la vida, la salvación. En este sentido, la Cuaresma es el
camino de purificación de nuestra fe, de rehacer la relación con Dios.
Dios es Padre, rehacer la relación con Él nos identifica como hijos necesitados
de su misericordia y amor. Esa es nuestra conversión.