IV ORDINARIO jueves 7 de febrero de 2019
Votiva De la Sagrada Eucaristía
Heb 12, 18-19. 21-24; Sal 47; Mc 6,7-13.
El sueño de Jesús es realizar el Reino de su Padre. Por eso envía a los Doce en una primera experiencia que ellos viven para ser mensajeros. De dos en dos, en la actitud comunitaria de la complementación, la expresión de comunión.
No les da un poder ni una orientación según el mundo, sino según la vida nueva: “les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mando que no llevaran nada para el camino”. El Reino es un don gratuito, pero tiene su exigencia.
Si no reciben, es necesario explicarles que rechazan a Dios: “Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos”.
Dentro de la tradición había que separarse totalmente de toda relación con los que rechazan a Dios, los paganos. Por eso el gesto de sacudirse las sandalias al salir de un lugar donde no reciben a los enviados.
La carta a los hebreos nos destaca la diferencia que provoca esta reacción. Los judíos esperaban un mesías poderoso, dominante, no alguien que llegara sin nada, como llegan los discípulos con: “un bastón, sandalias y una sola túnica”.
“Se han acercado a Jesús, el mediador de la nueva alianza, cuya sangre derramada es más elocuente que la de Abel”. Abel recuerda la inocencia y la fe que ha motivado a su hermano Caín a asesinarlo.
Como Abel, Jesús es una ofrenda agradable al Padre, porque es pura, inocente, sin mancha. En Cristo Eucaristía vemos la ofrenda que recoge la sangre de todos los mártires, al mismo tiempo que la pureza de todos los santos.
Al unirnos a Cristo Eucarístico nos transformamos en Él y somos con Él ofrenda en la medida que vivimos el Reino en la justicia, caridad, verdad, santidad y paz.