Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

II DOMINGO DE ADVIENTO 9 diciembre de 2018
Bar 5, 1-9; Sal 125: Fil 1, 4-6. 8-11; Lc 3, 1-6.
El tiempo de Adviento es maravilloso. Sin quitar aspectos de ternura, esperanza, amor y paz, que le son propios, sí es necesario que profundicemos en el modo de llegar a vivir esto que puede quedarse en sentimientos.
La figura de Juan nos muestra aspectos dramáticos. Situado en un preciso momento de la historia, “el año décimo quinto del reinado del César Tiberio”, nos hace un llamado que necesitamos reflexionar, acoger con seriedad.
“Preparen el camino del Señor… ”. No puede llegar el Hijo de Dios si no está el camino dispuesto a recibirlo. Ese camino es su Plan de Salvación y es nuestra respuesta personal, la decisión de fondo que queremos sostener para siempre.
Esta voz resuena en y desde el desierto, el lugar del encuentro con Dios y donde también el Maligno actúa tratando de engañarnos. Dios nos habla a solas, desde el interior. El Maligno nos muestra espejismos para engañarnos.
Por eso: “hagan rectos sus senderos”. Esta rectitud se refiere a la justicia de Dios, distinta a la de los hombres. Nuestra justicia depende de leyes humanas y de su interpretación a veces a conveniencia de un grupo, ideología, persona.
Preparar el camino, convertirnos, significa: “envuélvete en el manto de la justicia de Dios y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno”. Reconocer a Dios como el único Señor, pide justicia como rectitud del amor.
Significa “escoger siempre lo mejor”, que es la voluntad del Padre que cumple Jesús que viene. Confrontar mi justicia desde la oración y amor que “se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual”.
No se trata de ser justo a mi modo y contradecir lo que con sentimientos quiero expresar, sino dejarme guiar por el Espíritu para purificar mis sentimientos, vivir verdaderamente caminando hacia el Señor que viene.