XXIX ORDINARIO lunes 22 de octubre 2018
San Juan Pablo II
Ef 2,1-10; Sal 99; Lc 12, 13-21.
La preocupación por la seguridad en la vida, que nos lleva a buscar tener cosas y dinero en reserva, puede llegar a extremos de dividir familias cuando los papás no dejan un testamento.
Hay papás que exageran y quisieran dejar a los hijos todo lo material necesario, haciendo a un lado la herencia de valores, trabajo, el gozo de lograr por sí mismo lo necesario. Esto despierta la avaricia en todos.
Jesús rechaza atender asuntos de herencias, que son signo de inseguridad y deseo de permanecer atados al mundo. ¡Cuántas injusticias se dan en contra aún de papás a quienes los hijos sacan de su casa!
Someternos al mundo, comienza al buscar lo necesario, pasamos a lo útil, a la esclavitud de lo material; surge la desconfianza y despierta la avidez por tener; terminamos inventando un mundo sin Dios.
Pareciera drástico lo que el Espíritu nos dice por Pablo: “en otro tiempo vivían según los criterios de este mundo, obedeciendo al que está al frente de las fuerzas invisibles del mal”. Pero tendemos a lo superficial, no es exagerado.
Necesitamos estar atentos, abiertos a la Palabra que nos ilumina y a la verdad de la doctrina que nos fortalece en la vida de discípulos misioneros dispuestos a ir a la verdad y transformar el mundo.
Si pensamos sólo en el hoy, qué tengo, qué gano, olvido la riqueza del futuro. Jesús nos ofrece el futuro pleno en el amor y la comunión que nos fortalece.
Hoy recordamos a nuestro querido Papa que se hizo mexicano, Juan Pablo II, quien usó todos los medios para ir al encuentro de cada persona y enlazar su vida en Cristo. Somos testigos de su preocupación por cada persona.
Él nos acompañe en nuestro camino por el mundo para llegar a la paz en Cristo.