Homilía del señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XX SEMANA ORDINARIO lunes 20 de agosto de 2018.
Memoria de San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia.
Ez 24,15-24; Sal Deut 32; Mt 19,16-22.
¿Dónde está o cómo es la salvación? ¿Qué es la vida eterna? ¿Cómo llegar a ella? Son preguntas que podemos hacernos ante la llamada del Señor. Estamos habituados a ver la vida con paz cuando tenemos seguridades materiales.
Es la pregunta que se hace el joven que se acerca a Jesús. Jesús le propone los pasos fundamentales, el cumplimiento de la Ley, en su sentido fundamental, lo que conocemos por los diez mandamientos.
No los conocía, pero ya los cumple. Muchas personas de buena voluntad viven delante de Dios sin saberlo. Entonces Jesús presenta lo específico de la vida de discípulos suyos, la fe que nos lanza a dejar todo por Cristo.
Sólo Dios es bueno, dice Jesús. Y nos asemejamos a Él en la medida que somos como Él. “Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”.
La salvación y la vida eterna se identifican desde ahora con el ‘seguimiento de Cristo’. Aceptar que es el sentido de nuestra vida y caminar con Él.
Llegar a esta experiencia supone un camino de despojo de lo que no estorba para darle espacio a su Palabra, su Persona, su Doctrina. Ir desde lo más humano, los mandamientos, hasta lo más sublime, el amor.
Dios no se pone al tú por tú con nosotros. Nos presenta las consecuencias de nuestra conducta. Lógico, si lo rechazamos, Él ya no está.
No se va, lo rechazamos. En su Hijo, Palabra encarnada, muestra desde nuestra condición humana la respuesta que podemos darle para caminar delante de Él.
San Bernardo de Caraval hace este camino de seguimiento y no señala, como una luz, el encuentro con el Señor que da la vida, cómo vivirla cada día.

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