Homilía del señor obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

XIII ORDINARIO lunes 2 de julio de 2018.
Misa votiva del Espíritu Santo
Am 2, 6-10. 13-16; Sal 49; Mt 8,18-22.
Nos gusta escuchar el Evangelio, sobre todo cuando habla del Jesús amoroso, paciente, misericordioso. Otros textos los queremos acomodar a nuestro modo. Hoy recibimos de Jesús uno de esos textos.
Seguir a Jesús es algo serio, pide que en la decisión esté lo que somos, tenemos, anhelamos. Por eso responde: “el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar la cabeza… Tú sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
¡Esta exigencia es real! No sólo para los consagrados o sacerdotes. Jesús habla a todos los que lo quieren seguir. Si los novios quieren seguir a Jesús como esposos, deben verdaderamente renunciar a su familia, quitar toda dependencia.
La decisión que queramos hacer por definir nuestra vida tiene que ser y para la libertad interior. De otro modo no podemos amar, dar a la sociedad la riqueza de lo que somos, construimos. Esto lleva a la salud psicológica y espiritual.
El camino hacia el bautismo, o de reiniciación cristiana, es un examen constante de nuestra vida para quitar todo lo que estorbe a la decisión libre de seguir a Cristo, de vivir el Evangelio completo. Es camino, conversión permanente.
¿De dónde surgen las injusticias? ¿De dónde nace esa actitud prepotente que destruye a la persona? De la esclavitud a los bienes materiales, al deseo de poder y dominio sobre los demás. El Maligno se aprovecha de nuestra fragilidad.
Por naturaleza buscamos seguridad y libertad. Y llegamos a contradecirnos en nuestras actitudes: la inseguridad nos lleva a esclavitudes. Sólo el mismo Señor, por medio de su Espíritu nos puede conducir a la verdad de nuestra vida.
La verdad de nuestra está en la vocación que el Señor nos da a ser sus hijos en Cristo, a edificar su reinado con actitudes de apertura a los demás en el amor.

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