Homilía del Señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

+Guillermo Ortiz Mondragón.

XII ORDINARIO jueves 28 junio de 2018
Rojo San Ireneo, obispo y doctor de la Iglesia
2Re 24, 8-17; Sal 78; Mt 7, 21-29.
Hemos meditado el Sermón de la Montaña. Hay mucha sabiduría, y es el
momento de concluir nuestra meditación, con la intención de decidir una vía
de continuidad en nuestra existencia.
Detrás, recordemos, está el Mandato del Amor que el mismo Cristo nos da y
que aquí explica a detalle el cómo. ¿Qué nos dice ahora? Nos da una sencilla y
maravillosa conclusión, sólo una.
“No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!', entrará en el Reino de los cielos,
sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos”. ¡Eso es
todo! ¡No más! La realización de la vida como Él mismo la cumple.
No importa si alguien hace milagros, o echa demonios, o se porta bien; eso no
es suficiente. Lo importante es ver que da la vida, acepta la persecución,
trabaja por la paz y es misericordioso, llega a ser luz y sal en el mundo.
Todo esto porque ha querido poner toda su existencia en las manos del Padre,
se ha hecho pobre desde lo más profundo de su ser. Cumple la Voluntad del
Padre. No entrega su existencia a la esclavitud del pecado.
El pueblo elegido es derrotado y no sólo eso, su templo es destruido,
saqueado, su gente productiva según la necesidad del conquistador es
deportada a otro país y sólo quedan los pobres, sin templo, sin ley, sin
autoridad propia.
Es la imagen de una persona, una familia, una sociedad que queda vaciada de
sí y vacía de todo sentido de vida; envuelta en el engaño y la autodestrucción.
No llegaremos a esa situación en la medida que nos abandonemos al Padre.
Hoy celebramos san Ireneo, un santo promotor de la verdad y la paz, a través
de la constante meditación de la Palabra y estudio de la Tradición de la
Iglesia.

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